Colosal mascota colegial
Por Azyadeth Vélez Candelario
yadeth@uprm.edu
PRENSA RUM

viernes, 12 de agosto de 2005

No tiene vida, pero su sola presencia enciende la chispa de la cría colegial.

Se trata de Tarzán, la escultura gigante de papel de periódico de la mascota símbolo del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM).

La peculiar historia de este Tarzán transcurre casi paralela a la del Recinto, ya que comenzó en el 1967, un año después que el campus mayagüezano de la Universidad de Puerto Rico (UPR) obtuviera su autonomía administrativa y comenzara a conocerse como RUM. Ese año fue cuando por primera vez vio la luz la singular escultura a raíz de la muerte del perro bulldog que en aquella época se desempeñaba como la mascota colegial.

“Tarzán II se murió y no había perro para las justas”, recordó el doctor Fred Soltero Harrington, segundo rector del RUM. El deceso de Tarzán II no ocurrió bajo su administración y sí durante la incumbencia del licenciado José Enrique Arrarás, primer rector del Recinto. De ahí surgió la idea de crear una mascota sustituta.

“No nos podíamos quedar sin perro, porque Mayagüez era la línea, la gente se preguntaba quién iba a ser segundo, quién se iba a repartir el resto de los puestos”, subrayó Manuel Cartagena Wong, estudiante de arte en aquella época, refiriéndose a la supremacía del recinto mayagüezano de la UPR en las Justas Intercolegiales ahora denominadas como las Justas de la Liga Atlética Interuniversitaria.

Y así fue como los estudiantes, específicamente los atletas y los de arte, según cuenta Carlos Díaz Piferrer, fotográfo de la Oficina de Prensa y estudiante prepa del Colegio para aquel año en que se creó la mascota, pusieron a trabajar su ingenio y su talento en la construcción de la obra.


Recordar es vivir

“Decidimos hacer un perro con alambre de pollo y cubrirlo con papel de periódico y almidón porque no nos dieron los chavos pa' la pega y le pusimos cartón para darle más fortaleza en algunas áreas”, detalló Díaz, egresado del departamento de Geología. Añadió que cerca de 15 alumnos colegiales trabajaron en la creación del perro, entre ellos, el conocido titiritero Antulio “Kobbo” Santarrosa, quien pertenecía al equipo de atletas colegiales.

El resultado fue una gigantesca escultura de más de diez pies de alto y 80 libras de peso que se pintó con los tradicionales colores blanco y verde colegial.

Pero… cerca de la fecha de la celebración de las Justas “cayó un aguacero y la noche antes nos amanecimos volviéndolo a hacer”, abundó Díaz Piferrer.

El propósito seguía siendo el mismo: contar con una mascota que representara el poderío y la fuerza de los atletas colegiales y así fue. En abril de 1967, cuando hizo su entrada al estadio Hiram Bithorn presidiendo el desfile de la delegación del RUM, la primera aparición de la gran figura del Tarzán de papel causó conmoción, aunque no de la manera que sus creadores pensaban.

“Desde las gradas, los estudiantes de las universidades rivales empezaron a gritar 'ese perro es p…' porque no le habíamos hecho los genitales”, rememoró Cartagena Wong, actual supervisor de arte del Departamento de Actividades Sociales y Culturales.

Sin embargo, los improperios no sirvieron de nada porque el RUM se coronó nuevamente campeón de las competencias y tan pronto finalizaron, los estudiantes se dieron a la tarea de añadir esa parte a la anatomía del perro, pero de manera pronunciada.

Ya para la próximas Justas que se efectuaron en el 1968, año en que volvieron a ganar los colegiales, Tarzán estrenó nueva figura y no pudieron gritarle otra vez los vituperios que cuestionaban su masculinidad, destacó Cartagena Wong.

Ese Tarzán de papel de periódico reinó como protagonista en todas las actividades del Colegio “porque estuvimos varios años sin mascota”, manifestó Soltero Harrington. Precisamente, fue durante su rectoría que se iniciaron las gestiones para la adquisición de una nueva mascota de carne y hueso. Mientras, el gigantesco Tarzán pasó por años de gloria, pero también de sinsabores.


Algunos malos momentos

De acuerdo con José Figueroa, administrador del Centro de Estudiantes y encargado de la colosal figura, ésta “ha sufrido muchos accidentes” que la han llevado a pasar por varias restauraciones. La primera fue en la década de los 70 cuando los estudiantes decidieron cubrirla con fibra de vidrio o fiberglass para mayor durabilidad. Esta “cirugía” resultó en un aumento de peso para el perro ya que, según Díaz Piferrer, ahora supera las 150 libras. El proceso también provocó un cambio en la faz del bulldog quien ahora ostenta una amigable expresión en su rostro.

En el año 1985 pasó por otra restauración, al igual que en la década de los 90 en que se le remozó la pintura. Según Figueroa, algunas de esas reparaciones incluyeron la instalación de mallas de alambre en los orificios de la nariz “porque en dos ocasiones se le afincaron enjambres de abejas”.

“En un principio tenía hasta un collar, pero se lo robaron y un ingeniero egresado del Colegio lo encontró tirado en su finca de Las Marías y lo devolvió a la Guardia Universitaria. El collar se le puso con tornillos, pero volvió a desaparecer”, sostuvo Figueroa. En otra ocasión, lo encontraron de bruces cerca de su asentamiento habitual en el patio del Centro de Estudiantes y hasta ha sido lienzo o quizás la víctima del irreverente grafito.

Sin embargo, tras 38 años de vida, aunque ya casi no sale del campus, el Tarzán de papel es vestido de gala para ocasiones especiales. Tal es el caso de la colación de grados, máximo evento de la institución, cuando es engalanado con un birrete y medallas tal cual si fuera un laureado graduando a la espera de sus compañeros colegiales. Tan pronto son declarados graduados, éstos salen a tomarse una foto con el singular bulldog de afable sonrisa, recuerdo que atesoran de por vida y valorizan casi como si fuera su diploma, ya que los acredita como egresados del antes, ahora y siempre… Colegio.


La peculiar historia de este Tarzán transcurre casi paralela a la del Recinto, ya que comenzó en el 1967, un año después que el campus mayagüezano de la UPR obtuviera su autonomía administrativa y comenzara a conocerse como Recinto Universitario de Mayagüez.


La idea de crear una mascota sustituta surgío cuando Tarzán II, la mascota de carne y hueso murió.


El Tarzán de papel ahora está cubierto de fiberglass y tiene una C gigante de Colegio gigante pintada en su costado. Ahora también tiene una expresión amigable en su rostro.


Esta fotografía del 23 de abril de 1968 del desaparecido periódico “El Imparcial” documenta la primera aparición de la colosal figural con todas sus partes en las Justas Intercolegiales en el estadio Hiram Bithorn. También se aprecia el collar que lucía para aquella época.


El Tarzán de papel de periódico era el protagonista en todas las actividades del Colegio. Esta foto, tomada del libro “50 años de historia colegial” muestra al Tarzán durante las honras fúnebres a don Rafael A. Mangual, “el Tarzán mayor”, frente al gimnasio que lleva su nombre. Le brindan adiós al eterno colegial Enrique Huyke, Marcos Comas y Nolan Comas.


Egresados colegiales son todos sonrisas junto al gigantesco Tarzán, durante la colación de grados de 2004. En esa ocasión, la colosal figura es engalanada con un birrete y medallas tal cual si fuera un laureado graduando.