Celebran la vida de Hans
Celebran la vida de Hans
Por Idem Osorio
idem.osorio@upr.edu
PRENSA RUM

viernes, 5 de noviembre de 2010

Una foto del doctor Hans Schellekens, acompañada de algunos instrumentos utilizados en sus expediciones, sirvieron de marco para la ceremonia.
Una foto del doctor Hans Schellekens, acompañada de algunos instrumentos utilizados en sus expediciones, sirvieron de marco para la ceremonia.
Canta, lucha, llora, ora, ríe, trabaja y admira. Ese es el verso de una canción que Hans Schellekens adoptó como su lema y que, además, contiene los verbos que lo inspiraron a vivir con plenitud. Con su partida, toda esa intensidad dejó un legado inmenso en el plano profesional, pero más aún en el espiritual. Con esa misma pasión, pidió que se celebrara su vida y quien lo conoció sabe que no había mejor forma de rendirle tributo.

Familiares, entrañables amigos, colegas, estudiantes y admiradores del doctor Johannes Hendrikus Schellekens, catedrático del Departamento de Geología del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), se reunieron en un singular homenaje para conmemorar la trayectoria del profesor, del ser humano, y del eterno geólogo, quien murió el pasado 6 de octubre.

El Museo Eugenio María de Hostos, en el barrio Río Cañas Arriba de Mayagüez, fue el escenario perfecto para este acto porque está construido sobre la misma tierra y las mismas montañas que Hans adoptó como su hogar. Allí se confabuló la naturaleza con un 23 de octubre de cielo azul y sol brillante, típico del trópico y de la tierra que este holandés aprendió a amar como su patria. Algunas fotos suyas, así como los instrumentos que utilizaba en sus expediciones, sirvieron de marco para la ceremonia.

“Hans, como era mejor conocido, fue profesor en el Departamento de Geología desde el 1981 y contribuyó grandemente a su desarrollo como Director por seis años, desde el 2001 hasta el 2007. Además, con su gran calidad humana fue modelo de inspiración y superación para toda nuestra comunidad universitaria”, expresó el doctor Fernando Gilbes, actual director de Geología.

Schellekens nació y creció en la ciudad La Haya en Holanda y luego se mudó a Ámsterdam para estudiar geología en la Free University. Su primer trabajo como profesor fue en la King Abdul Aziz University en Arabia Saudita. Luego, se unió a la facultad colegial en el verano del 1981 y, desde entonces, dictó cátedra en el Departamento de Geología. En el 1983, completó un doctorado en geología de Syracuse University de Nueva York.

Como parte de sus disertaciones, estudió la evolución geoquímica de las rocas ígneas de Puerto Rico y la geología de algunas regiones de su país. Sus temas de interés académico también incluían la percepción remota, la identificación de cerámicas de arqueología y la geología de la región caribeña en general. Su carrera incluyó varias sabáticas en las que laboró en su país en el International Institute for aerospace survey and earth sciences; en Canadá, en la Brock University; y en San Bernardino, California. Su trabajo de campo lo llevó a lugares tan diversos como Finlandia, España, Inglaterra y Tanzania. Precisamente, una de las razones por las que estudió esta disciplina fue su devoción por viajar y conocer distintos países y culturas.

Y aunque durante el acto se resaltaron sus innumerables aportaciones académicas y docentes, fue su lado humano el que más brilló en las expresiones de todos. Su esposa, Ingrid Carre, agradeció con unas emotivas palabras a los presentes y a los que solo pudieron asistir en espíritu por el amor y el apoyo que le brindaron en vida y en la etapa que precedió a su partida.

“Era el deseo de Hans celebrar su vida y eso es lo que la gente hace, porque tenemos tantos recuerdos maravillosos de él como esposo, como padre, como amigo como maestro y como geólogo de corazón y alma”, dijo Carre, en el mensaje que pronunció en inglés, también a nombre de sus hijos Marten y Jasper.

Relató que se conocieron en 1971 en Ámsterdam y se casaron nueve años más tarde, en 1980. Vivieron en Holanda, en Arabia Saudita, en Puerto Rico y Estados Unidos. Según recordó, las experiencias en esos países reflejan la intensidad de la vida que compartieron. En adelante, la alocución de Carre estuvo repleta de anécdotas graciosas, emotivas e interesantes sobre el recorrido juntos.

Por ejemplo, contó que el apego que sentía su compañero de vida por la geología lo hacían vivir en un tipo de field trip permanente donde quiera que estuviera, siempre explorando el suelo y las rocas. No obstante, su ímpetu trascendía a otras disciplinas, ya que amaba la biología, la arqueología, la historia, la literatura, el arte, la música, y la religión, entre muchas otras.

“Lo más importante para él era su preocupación por la vida de su familia y sus amigos. Era un esposo cariñoso, me entendía, me aceptaba como soy y, sobre todo, su amor era tan fuerte como una roca. Le interesaba el prójimo y sentía respeto por los regalos de la naturaleza, fueran grandes o pequeños. Trabajó arduamente por su comunidad, por sus estudiantes. Siempre dio lo mejor de sí, aún en sus peores días siempre encontrabas una sonrisa”, aseguró Carre, quien destacó su sentido del humor, su calidez humana, su valentía y su lucha férrea por vivir.

Luego, se dirigieron a la audiencia sus colegas del Departamento de Geología, quienes coincidieron en que la transparencia y calidad humana de Schellekens trascendía todo tipo de formalidad académica.

El doctor Gilbes, por ejemplo, contó que su primer encuentro se dio como parte de una entrevista de empleo que le hizo el catedrático para formar parte de un equipo de trabajo bajo su dirección.

“Lo que percibí de esa persona iba más allá de cualquier cosa que uno puede describir, sentí que si él iba a estar a cargo de ese grupo, todo iba a funcionar bien. El resto es historia. Jamás pensé que iba a ocupar el puesto que él ocupó, que iba llegar a ser director del Departamento. Desde esa entrevista, hasta el día de hoy, él ha sido y seguirá siendo para mí un maestro”, precisó.

Por su parte, el doctor James Joyce, también catedrático de Geología, contó cómo la vida se encargó de congregarlos en 1981, ambos recién egresados de sus respectivos programas graduados para juntos emprender lo que sería ese departamento académico.

“Nos convertimos en los mejores amigos, en familia porque nuestros hijos crecieron juntos. Es impresionante ver que a través del tiempo hicimos del Departamento una familia y como testimonio de eso ahora tenemos una facultad que ha crecido a 13 profesores y 120 estudiantes, pero al mismo tiempo aún existe el mismo amor, el mismo cariño y la misma actitud. Es casi imposible no ponerse sentimental, aunque todo el mundo debe estar feliz porque el dejó un legado”, manifestó el catedrático en un mensaje que estuvo salpicado del buen humor que caracterizaba a ambos amigos.

También sus estudiantes tuvieron elogios para quien consideraban un padre. Uno de esos testimonios fue el que escribió Gisela Báez y que leyó Johanna Cepeda, una compañera suya y alumna de Schellekens.

“Has tenido que marcharte tan valiente como viviste. Luchaste hasta el último suspiro hombre maravilloso de las tierras nórdicas. Cuánto amor para esta tierra caribeña. Cuánto legado de infinito valor. Cuántas mentes forjaste y acunaste con el cariño y la dulzura también infinitas. Te tuvimos y eso nos transformó en mejores seres humanos”, leía el texto de Báez.

Para su hijo Marten, quien ofreció unas breves palabras, su papá fue un héroe. Otros destacaron su humildad y su nobleza, como Rafa Rosario del Centro Cultural de Jayuya, quien agradeció al profesor su colaboración con un proyecto arqueológico de ese pueblo.

“Hans supo ser un gran puertorriqueño desde la perspectiva de un holandés. Me enseñó que los sabios, además de científicos o académicos necesitan unos elementos adicionales. El supo ser humilde con nosotros que no sabíamos nada de geología y nos supo enseñar. Fue humilde y, en ese sentido, fue un sabio”.

Así, entre elogios, poemas escritos por su viuda y aplausos continuó la celebración por la vida de Hans en el campo, rodeados de los cimientos y las rocas caribeñas que tanto le atraían. Allí volvió a sonar esa canción holandesa de Ramses Shaffy que era su lema y que invita a cantar, luchar, llorar, orar, reír, trabajar y admirar.

El profesor Schellekens se unió a la facultad del Departamento de Geología en el 1981 y fue su director desde el 2001 hasta el 2007.
El profesor Schellekens se unió a la facultad del Departamento de Geología en el 1981 y fue su director desde el 2001 hasta el 2007.

Familiares, amigos, colegas, estudiantes y admiradores del geólogo le rindieron un singular homenaje que tuvo lugar en el Museo Eugenio María de Hostos.
Familiares, amigos, colegas, estudiantes y admiradores del geólogo le rindieron un singular homenaje que tuvo lugar en el Museo Eugenio María de Hostos.

Su esposa, Ingrid Carre, agradeció con unas emotivas palabras a todos por su amor y apoyo. Al fondo, el profesor en la foto.
Su esposa, Ingrid Carre, agradeció con unas emotivas palabras a todos por su amor y apoyo. Al fondo, el profesor en la foto.

Su hijo mayor, Marten Schellekens, ofreció un breve mensaje.
Su hijo mayor, Marten Schellekens, ofreció un breve mensaje.

Fotos suministradas / Fernando Gilbes