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David Zayas

Treinta años en un día

Canceladxs: Javier Maldonado


Sin Aliento

Baruch Vergara 

 

Hay misterios que se comparten y no necesitan explicación. Esto ocurre cuando se respira el mismo aire. En realidad considero que hablar de una obra artística impone una lectura no siempre deseada. Algunas obras lo necesitan, las de David Zayas no. El impacto es tan directo que las palabras intentarían digerir a base de conceptos la emoción.

Tantos elementos combinados nos dejan sin aliento pudiendo ser éste un ambiguo sentimiento, el de júbilo y el de melancolía. Aquí todos nos identificamos, pues hay en esos sueños pintados en el interior de los muebles un aroma que recuerda a barrio. Son rincones deteriorados abandonados en cualquier doblar de esquina. Muebles parchados, empatados, remendados en la necesidad de ajuste.

Los ensambles de Zayas encuentran ecos coloridos como lo hicieran las cajas taxonómicas de Joseph Cornell. Sin embargo, el repertorio de aves endémicas de Zayas es pintado y participa de la narrativa encontrada en el objeto. Son personajes que acentúan, por medio del detalle, la gracia de la fábula en cuestión. Los animales muy presentes en su obra nos recuerdan la armonía de la existencia con el drama paralelo de la civilización.

 Otro ícono que prevalece en su reciente obra, quizás el preferido de muchos artistas, es la calavera, que con sus diferentes acepciones culturales se manifiesta como redentora de verdad absoluta. No siempre son humanos  pues son cráneos de animales que acompañan a los seres ahora vivos.  La concepción de éstos para David es la del vanitas presente, la cual busca transmitirnos esa dualidad existencial. Una realidad inmanente que, como en el caso de la cultura mexicana, forma parte del renacer eterno que da el verdadero significado a la vida.

La fuerza de David Zayas radica en el soporte, en ese lugar donde decide colocar la pintura, que es el sustento de la carga enigmática de sus historias o cuentos. El soporte multiplica las lecturas, pues cada elemento colocado significa algo. Resulta interesante darse cuenta que además en  esta muestra, los muebles ocupados por nuestro artista son de arraigo latinoamericano. El estilo de estos es rústico y por ende nos envuelve en una melancolía de encantos coloniales. 

Una estética del submundo, del que se resuelve, de la cultura del “ahí se va porque “es lo que hay”. David Zayas recoge como cualquier desamparado de la urbe lo que le podría servir para resguardarse o alimentarse, sin embargo en su caso es hambre creativa. Se percibe esa alegría de encontrar belleza y ternura en cada recoveco de los objetos encontrados. Sus piezas son construcciones de supervivencia urbana que se resuelven hoy.

A su paso por Cuba, parece haber nutrido su compromiso que traduce con desesperación en las cabeceras encontradas que transforma en retablos con pleitesías al sueño. Zayas va acumulando vivencias que denotan la angustia y pena contempladas de cara con la muerte. Palpando la utopía del progreso en los albores del olvido, su arte son poemas a la existencia que buscan dar una esperanza a los marginados de cualquier ciudad o país, donde sobrevivir es una ilusión.