Raúl Mayo Santana
Encuentros borgeanos: “El etnógrafo” en Tristes Trópicos de Lévi-Strauss
Tinta regada
1 de enero de 2025
La obra de Claude Lévi-Strauss, Tristes Trópicos (1955, 2006), marcó un hito en el pensamiento antropológico universal. El libro está basado en su experiencia etnográfica en Brasil entre 1935 y 1939. En 1967, el escritor mexicano, Octavio Paz, publicó su famoso libro sobre Lévi-Strauss, titulado, Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo.[1] El antropólogo estadounidense, Clifford James Geertz, publicó en 1988 un libro fascinante sobre el antropólogo como autor,[2] en el cual, de los cuatro ensayos sobre la escritura antropológica, el primero versa sobre cómo leer a Tristes Trópicos, el cual considero como un “texto mundo”. Geertz sostiene que Lévi-Strauss inventó un modo de discurso, para desplegar un conjunto de datos y elaborar un marco de referencia para sus explicaciones: “el delineó un espacio imaginativo”. Para Geertz, Tristes Trópicos es el más fino de sus textos, aquel que ilumina toda su obra. Sin embargo, dice Geertz, a la misma vez, este texto es uno de las “inestabilidades más intratables” en la estrategia de construcción textual en la antropología. Su dificultad no reside en su ya famosa prosa del bosque tropical (“rain-forest”), sino que en el mismo encontramos los siguientes elementos: metáforas tórridas (“steamy metaphors”), imágenes exuberantes, juegos de palabras extravagantes (“extravagant puns”), pensamientos, maneras y voces, aún tropos y trópicos”. La obra es un clásico ejemplo de una narrativa “autorreferencial”. En Tristes Trópicos los mecanismos literarios son, según Geertz: en un primer plano, señalados, incluso aflorados. La obra está organizada, dice, ni linealmente (visiones en progreso), ni quánticamente (una serie de reformulaciones discontinuas), sino centrífugamente (textos que parecen alejarse de un centro del cual no puede escapar). Tristes Trópicos es el texto-arco de toda la obra de Lévi-Strauss, desde el cual los otros textos se encuentran lógicamente generados. Como ya mencionamos, Geertz sostiene, muy adecuadamente, que Tristes Trópicos está formado por una serie de textos que interfieren unos con los otros y existen en el mismo plano; lo que tenemos, dice, son textos recurrentes y competitivos. Esta diversidad de textos, Geertz los presenta como tipos contrastantes de narrativas: diario de viajeros (según yo, la figura irónica del turista), etnografía (según Geertz, pose omnipresente), filosófica (en dos sentidos, del diario vivir y académica, a la vez), un texto reformista (la crítica al mundo occidental por su impacto en el no-occidental), y finalmente, un texto simbolista literario (con imágenes sensoriales), donde se conjugan la mentalidad simbolista francesa, con las ‘otras’ mentalidades simbólicas de las tribus amazónicas (Bororo, Caduveo, Nambikwara). De este conjunto de textos, según Geertz, emerge un mito, una estructura singular, una “mito-lógica”, que revela los fundamentos de la vida social y de la existencia humana, una metafísica formalista del ser.En el ensayo de Paz, este menciona que, luego de un comentario de Georges Bataille, el cual le reveló la existencia de Lévi-Strauss, él leyó con pasión Tristes Trópicos: “con un deslumbramiento creciente… por su sinuosa peregrinación a través de la maleza de los mitos de indios bororo y ge”. Recorrer ese laberinto, dice Paz, “es penoso pero fascinante… unos trozos me exaltaron, unos me iluminaron, otros me irritaron”. Paz señala que los textos de Lévi-Strauss tienen una triple importancia: antropológica, filosófica y estética. Y, resalta, que en casi todas sus obras se pueden encontrar muchas observaciones dispersas sobre problemas de la prehistoria y la historia de nuestro continente.Antes de penetrar al “Nuevo Mundo” Brasileño, Lévi-Strauss tiene un capítulo iluminador en torno a “Cómo se llega a ser etnógrafo”, con ese carácter autorreferencial señalado por Geertz. El mismo inicia con una crítica mordaz a la filosofía: “un método siempre idéntico para todo tipo de problema, un juego de palabras que reemplaza la reflexión, que adiestraba la inteligencia al mismo tiempo que resecaba el espíritu”. Decepcionado con su educación filosófica, luego de pasar por el derecho, se “aferró” a la etnología, de la cual conocía muy poco, como “una tabla de salvación”. A veces se pregunta, dice, si le habría llamado una “afinidad de estructuras entre las civilizaciones que estudia y mi propio pensamiento”. Sobre el etnógrafo, Lévi-Strauss menciona lo siguiente:Sus condiciones de vida y de trabajo lo excluyen físicamente de su grupo durante largos periodos de tiempo; por la violencia de los cambios a los que se expone, adquiere una especie de desarraigo crónico: nunca más, en ninguna parte, volverá a sentirse en su casa; quedará psicológicamente mutilado. (p. 67)
Lévi-Strauss enumera una serie de motivaciones personales (p.ej., curiosidad en la infancia que lo impulsó a la geología) e intelectuales (p.ej., lingüística saussureana, el psicoanálisis y el marxismo) que lo condujeron a su perspectiva estructuralista. La geología, el psicoanálisis y el marxismo, según Lévi-Strauss, “los tres demuestran que comprender consiste en reducir un tipo de realidad a otro; que la realidad verdadera no es nunca la más manifiesta, y que la naturaleza de lo verdadero se trasluce en el cuidado que pone en sustraerse” (p. 70). La geología, que lo vincula a Braudel, la caracteriza como “una ciencia física, aunque también madre y nodriza de la historia” (p. 71).
Finalmente, Lévi-Strauss caracteriza la etnografía en un estilo autorreferencial y literario; y dice:
La etnografía me procura una satisfacción intelectual: en tanto historia que une por sus extremos la historia del mundo y la mía propia, revela al mismo tiempo la razón común de ambas. Proponiéndome el estudio del hombre me libera de la duda, pues considera en él esas diferencias y esos cambios que tienen un sentido para todos los hombres, excepto aquellos privativos de una sola civilización que se desintegraría si se optara por permanecer fuera de ella. Por último, tranquiliza ese apetito inquieto y destructor… asegurando a mi reflexión una materia prácticamente inagotable, proporcionada por la diversidad de las costumbres, de los hábitos y de las instituciones. Ella reconcilia mi carácter y mi vida. (pp. 71-72)
A propósito del tema del etnógrafo, Jorge Luis Borges (1969) narra la historia de un caso que le refirieron en Texas de un “protagonista” estadounidense que su profesor le sugirió que, habiendo estudiado las lenguas indígenas, viviera en una reserva y observara los ritos de unas tribus del oeste norteamericano para descubrir los secretos que los brujos revelan a los iniciados. A su regreso, le dijo el profesor, escribiría una tesis que sería publicada. Luego de una larga y penosa aventura etnográfica, el sacerdote le ordenó al etnógrafo que le contara sus sueños, los cuales trataban sobre bisontes. Aunque Borges no lo dice expresamente, se puede inferir que el contenido de sus sueños, y que fueran los sueños el medio de comunicarlo y confirmarlo, le ganaron el pasaje al etnógrafo de la iniciación. El sacerdote terminó revelándole su doctrina secreta. A su regreso, Murdock, como se llamaba el etnógrafo, le dijo al profesor, “que sabía el secreto y que había resuelto no revelarlo”. No le ataba juramento ni le restaba habilidad para revelarlo por escrito: “No sé muy bien cómo decirle que el secreto es precioso y que ahora la ciencia, nuestra ciencia, me parece una frivolidad… El secreto… no vale lo que valen los caminos que me condujeron a él. Esos caminos hay que andarlos… Lo que me enseñaron… vale para cualquier lugar y para cualquier circunstancia”. Murdock, según la narración de Borges, terminó siendo uno de los bibliotecarios de Yale.
Murdock vivió una experiencia etnográfica con resultados muy disímiles a Lévi-Strauss. Tristes Trópicos revela secretos y narra caminos andados. Murdock terminó cuidando y prestando libros. A pesar de las diferencias manifiestas, ¿en qué consisten las similitudes profundas entre estos dos tipos de etnografía? Primero, el valor humano de lo aprendido parece estar fundado en las etnografías vividas. Segundo, los secretos revelados de las tribus indígenas parecen valer tanto o mucho más que los conocimientos (frívolos) de la ciencia moderna. Tercero, tales secretos tienen un sentido universal. En ambos casos, los caminos andados y las experiencias vividas condujeron a los etnógrafos a vivir con los libros. En ambos casos, la etnografía parece reconciliar el carácter y la vida del etnógrafo.
Referencias:
Borges, Jorge Luis (1969). “El etnógrafo”. En: Elogio de la sombra. Obras Completas II. 1952- 1972. 1996. Barcelona, España: Emecé Editores. Pp. 367-368.
Geertz, Clifford (1988). Works and Lives: The Anthropologist as Author. Stanford, CA: Stanford University Press.
Lévi-Strauss, Claude (1962, 1964). Pensamiento salvaje. México, D.F.: Fondo de Cultura Económica.
______ (1955, 2006). Tristes trópicos. N. Bastard (trad.). Madrid, España: Paidós.
______ (1955, 1974). Tristes Tropiques. John & Doreen Weightman (transl.). New York, NY: Penguin Books.
Paz, Octavio (1967). Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo. México, D.F.: Editorial Joaquín Mortiz.
______ (1950, 1997). El Laberinto de la soledad y otras obras. New York, N.Y.: Penguin Books.
[1] El primer ensayo del libro de Paz, Claude Lévi-Strauss o el nuevo festín de Esopo, lleva como título, “Una metáfora geológica. Comercio verbal y comercio sexual: valores, signos, mujeres” (pp.7-24), que usamos en este artículo por ser más pertinente para nuestros objetivos.
[2] Clifford Geertz (1988), Works and Lives: The Anthropologist as Author. Stanford, CA: Stanford University Press.

Raúl Mayo Santana
Encuentros borgeanos: “El etnógrafo” en Tristes Trópicos de Lévi-Strauss
Tinta regada
1 de enero de 2025