Jeffrey Herlihy-Mera, UPR-M
De imagen a palabra: las esencias vistas, escuchadas y vividas
Tinta regada
1 de enero de 2024
“Hacer arte es un premio en la vida.” -Enrique Dávila Cobos
Una tarde de julio de 2023, fui a la Estancia Rosario al lado del Hospital del Río de Cuenca para almorzar con Enrique Dávila Cobos y Carlos Pérez Agustí. Había sido una tarde de risas, copas, reflexiones, preguntas y dudas sobre el pasado, el futuro, y lo desconocido que nos presentan las artes y las letras. En el carro de Enrique, rumbo a la casa de mi suegra, en la Avenida 27 de febrero giré la cabeza para decirle a Carlos que las palabras son herramientas únicas en la cultura humana, como intentan materializar las ideas, perspectivas, memorias y experiencias. “Son más que eso,” dijo Carlos. “Son realidades.”
En su libro, Dávila Cobos relatos: arte, esoterismo, amor y muerte, Enrique Dávila Cobos logra cambiar de su disciplina y práctica, de imágenes y pinceles a palabras y bolígrafo, plasmando intrigantes realidades articuladas en nueve relatos interconectados. Como sus obras visuales, los relatos hacen preguntas. Contemplan las fronteras entre la vida y muerte, mujer y hombre, padres e hijos, América y Europa, indígena y colono, movimiento y permanencia, esteticismo y filosofía, placer y angustia, imagen y palabra.
Tuve la buena suerte de presenciar una parte del nacimiento de su obra, en Europa en la primavera de 2019. En París contemplamos las plazas de Montmartre de día y filosofamos de noche, pintando la conversación con vino tinto, con palabras que terminaron en realidades novelísticas en Relatos. Y en Budapest, espiando sobre el hombro de Enrique, le vi dibujar unos estudios para los márgenes del texto, imágenes que terminaron siendo repartidas en el Museo Pumapungo una noche cuatro años más tarde.
Las palabras de Enrique que más me han conmovido llegaron después de esa noche en Pumpapungo, por correo electrónico. Son palabras sobre su hijo, Bernardo, en sus momentos de agonía tras un accidente de tránsito que hubiera tomado la vida de cualquiera. Tras semanas de coma, las primeras palabras de su hijo desesperan. Invitan filosofía y poesía.
Rozan, esas palabras incoherentes, el absurdo, la metáfora y la verdadera naturaleza de la vida, la que explica que lo existencial de Camus, tal vez es en realidad el más auténtico optimismo. Los delirios de un poeta, los sueños de un loco y la retórica de un filósofo terminan, desde alguna perspectiva, siendo incoherencias, si las escuchas, así como se refiere Bernardo a sucesos por todos conocidos, pero desde ningún punto de vista, lo que les quita el sentido que creíamos que era su esencia.
Produjeron ambos.
