Annette Martínez Iñesta
Todo pasa por algo
Tinta regada
1 de mayo de 2025
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Este relato no es ficticio. A esta edad estoy notando que mis neuronas ya no ejecutan de la misma manera que hace algunos años atrás. Igual, por más que quisiera inventar, la realidad en este caso supera la fantasía, y es que, en realidad, creo que todo pasa por algo en esta vida. No creo que las cosas pasen muchas veces por casualidad, a lo mejor tenemos ya una plantilla.
Me explico.
Hace muchos años atrás, me refiero a cuando estaban naciendo los teléfonos celulares y el internet en las casas necesitaba que la línea telefónica estuviera libre, tuve la oportunidad de conectar con personas de diversas partes del mundo. Claro, esa era precisamente una de las grandes maravillas del internet, la oportunidad de contactar a otras culturas de manera inmediata, ¡la globalización estaba en nuestras manos! Que gran fenómeno, y más para la habitante de una islita en medio del Caribe, que si no es en barco o en avión no puede llegar a ningún país vecino.
Pues bien, a través de las aplicaciones de chat como ICQ y luego Messenger pude hacer amistades y hasta creer haber encontrado el amor en Turquía, lo que resultó en un corto intercambio epistolar y hasta dos o tres llamadas telefónicas de tres minutos y varios dólares. Pero también pude conectar con otras personas de mi edad y con los mismos gustos musicales, que en aquel momento suponían una obsesión por el rock en español argentino, en especial por el grupo Soda Stereo y su cantante, Gustavo Cerati (obsesión que el tiempo aún no ha podido menguar). Pues resulta que hice muy buena amistad con un chico argentino, músico guitarrista de una banda de rock, quien se convirtió en mi motivo por querer estar conectada en todo momento y vivir a través de sus relatos el movimiento del rock en el Cono Sur.
Resulta que para este tiempo yo era integrante en un grupo de reggae, y nuestras conversaciones giraban mayormente alrededor de la música. Al sacar nuestro primer CD, obvio que tenía que enviarle una copia a mi amigo en el lado sur del mundo, pero en ese entonces no había las plataformas que existen ahora donde simplemente subes la música a la nube y listo. Entonces le escribí una carta por allá a principios del siglo XXI y le encomendé al servicio postal la llegada de mi carta y el cd a mi amigo argentino.
Aún nos comunicábamos, ya por email, cuando decidí visitar Buenos Aires como regalo de graduación, ya con mi sangre verde oficial del RUM. Para esos tiempos yo estaba trabajando como asistente de vuelo, y la realidad es que el pasaje me salió ridículamente económico. Aunque hicimos planes para encontrarnos, lamentablemente en ese momento no pudimos coincidir y luego de eso la comunicación se enfrió, cosas de la vida. La realidad es que yo soy muy olvidadiza y pasaron los años y por un momento me olvidé de mi amistad con el chico guitarrista. Claro, la vida pasa y con ella siempre nuevas aventuras y altibajos que se encargan de distraernos.
Resulta que exactamente el 18 de octubre de 2023, es decir, luego de casi 20 años de no comunicarnos, recibo un mensaje por una de las redes sociales que están de moda, de parte de alguien con un nombre que se me hizo muy familiar, ya que tiene un apellido de origen italiano. Era mi amigo argentino que luego de tantos años había encontrado guardada la carta que yo le había enviado con el CD y decidió contactarme nuevamente. Realmente hablamos poco esos primeros días, una conversación cordial para ponernos al día, pero no mucho más.
Al fin y al cabo, luego de tanto tiempo ¿de qué le iba a hablar?
Pero todo pasa por algo: y por ello riego mi tinta con este relato.
¿Por qué después de tanto tiempo retomar esta amistad? La realidad es que la vida es fascinante y muchas veces me sorprende, pues el destino quiso que en el verano de 2024 me fuera para Buenos Aires a tomar unos cursos para el doctorado y que, finalmente, luego de tantos años nos encontráramos mi amigo, oriundo del conurbano bonaerense, y yo.
En el primer encuentro que tuvimos me trajo intacta la carta que le escribí años antes, la que hizo que reconectáramos. Hablamos como si nos conociéramos de toda la vida, como si no hubiera habido una pausa, y fue un gustazo y a la vez un alivio descubrir que aún siguiéramos compartiendo los mismos gustos musicales, aunque ya ninguno de los dos forma parte de un grupo musical. La química seguía ahí, y en el mes y medio que estuve hospedándome en San Telmo nos pudimos ver varias veces y hasta asistir a un concierto juntos. Fue mi guía y mi gran mentor sobre los lugares para visitar en Buenos Aires y para poder visitar a Gustavo Cerati y a Carlos Gardel en sus tumbas en el Cementerio de La Chacarita. Hoy en día ya no nos comunicamos por Messenger ni por email, pero mantenemos constante comunicación gracias al WhatsApp, y espero que nos volvamos a encontrar, aunque tome veinte años más.
A este punto muchas veces les digo a mis estudiantes que una carta escrita a mano y enviada por correo tiene mucho más valor que mil mensajes por WhatsApp, para un efecto emocional duradero. Esa carta de hace veinte años nos hizo reconectar, dos personas tan distantes, pero tan iguales. Esa carta no se perdió en la historia del teléfono entre los cientos de mensajes que podemos recibir semanalmente y que leemos como uno más.
Todavía no me lo creo, pero es una historia muy linda de contar. Quizá la convierta en una canción de rock en español y se torne famosa, quién sabe, quizá. Todo pasa por algo.
