Sara Gavrell Ortiz, UPR-M
Me rompieron el cristal pa’ robarme dos pesos
Tinta regada
1 de mayo de 2024
Y este cabrón bebé no se murió. Fue la conclusión de su tren de pensamiento. Y ahora le faltaban como tres pesos. Y la madre si ella se iba a chupar un parto por el cabrón mama bicho que por poco la mata. Que jodienda. ¿Cómo llega uno hasta ’cá?
Los carros están bien grandes. ¿Cuál de ellos no tendrá alarma? La gente no las viene a apagar anyway. Pero con su suerte, quién sabe. Quizás se aparecía hasta un policía. De todas las jodias violaciones, era la de ella la que había salido en los periódicos. Claro que estuvo tan brutal que era noticia. Y ella por poco se muere. Pero el cabrón bebé no. Tantas veces que ella había escuchado que perder bebés es una epidemia. Una tragedia que uno se traga sola y nadie habla. ¿No y que meterse de to’ los mata? Pero el jodío bebé de ella ahí estaba, por ahí venía, y ella sin poder completar los chavos pa salir de esa miseria inminente. Que palabrota. La había aprendido en la superior. Y hasta ahora no la había usado. Ni siquiera aquella vez que pensó que se moría. Y el cabrón que le metió la escoba hasta por el culo seguía libre. Seguro pensó que la había dejado muerta. Pero no. Con su suerte.
Ese carro está chiquito y se ve medio chocao. Y mira, ¡tiene cambio! Ay dios. Podría romper la ventana. Está media vacía la calle. Con esa piedra.
Los doctores la iban a internar un tiempo como siempre. Pero le quitarían d’encima esa carga. Alguien lo adoptará. El fentanil justo antes de entrar al hospital. Así dijeron que hiciera. Porque hay que llegar al hospital. Jamás iba a sufrir más dolor por el cabrón. Por lo menos con su vecino le había gustado un poco. Se había confundido, por eso de ser la primera vez. Y la mai cuando se enteró le dijo a to’ el vecindario que ella era una puta que se había metido con un tipo de veintidós. No es justo mano. A los once años uno no sabe. Y él la hacía llenar esos papelitos sobre su menstruación. Los debió haber quemado. No quedaba otra que huir de la casa. Pero mano, ella quería terminar la superior. Y pa’ colmo pa’ que enseguida se le pegue José. Enamorarla pa’ después decirle que la iba a picar en cantitos y meterla en una caja de fósforos.
Lo que uno aguanta. Pa’ terminar en la calle.
¡Diablo! ¡Que fokin duro sonó eso! Pérate. Pero nadie salió. Uno ochenta. Ok. Mejor que antes. Pa’ la luz antes de que empiecen las contracciones de verdad. Mira que’l parto de Sofía fue duro. Pa’ después terminar sola mano. Nunca más…
Uno cincuenta. Ok. A parir al cabroncito.
