Jeffrey Herlihy-Mera
Biografía de una ciudad: New Bedford
Tinta regada
1 de agosto de 2024
“Pero se lee como una serie de non sequitur.”
“Sí. Es sobre New Bedford.”
-Diálogo entre Jeffrey Herlihy-Mera y su editor“Its setting [The Ordinary Seaman] was inspired by New Bedford, the great fishing port city of Massachusetts. What drew me to New Bedford at first was its Guatemalan immigrant community, there are thousands of Guatemalans there, most of them highland Maya with no or almost no previous connection to the ocean, to the fishing industry. But for three centuries New Bedford had been a hub for all kinds of immigrants. Now there are other Central Americans there too, Mexicans, Dominicans. The Portuguese are the most dominant immigrant group, and there are Norwegians, Italians, Irish, Vietnamese, French Canadians as well. It’s really a classic border town, only instead of on the Sonoran Desert, it borders on the North Atlantic.”
-Francisco Goldman, “I’ve Embraced Outside Status”New Bedford puede ser descrito como una zona geográfica, una comunidad (realmente varias conviviendo), una colección de ideas heterogéneas (que a veces se contradicen), una historia multifacética (fundada en silencio imperial), pero más que nada es una serie de experiencias, voces, vidas y culturas. Para mí lo que es atrayente de New Bedford es su sutil pero definitivo distanciamiento de la cultura imperial norteamericana, a pesar de su ubicación geográfica.
Se puede combatir el imperialismo con armas de fuego, pero la resistencia también se siembra con preguntas, conocimiento, crítica, silencio, astucia, exilio e ironía.
La capital cultural de Cape Cod, donde yo crecí, no es Boston, con sus retoques afroamericanos (Mattapan, Roxbury), irlandeses (Southie, en plan, los Celtics), italianos (North End) y judíos (West End, Newton, Brookline). Es New Bedford, la principal ciudad portuaria en Buzzard’s Bay. En un momento dado, “The Whaling City” fue la capital mundial de la pesca de ballena y la ciudad más rica del mundo. Los wampanoag, el pueblo indígena de la zona, fueron famosos por su puntería con los arpones y aparecen en Moby Dick ejecutando ese oficio.
Aunque estudié y jugué deportes desde mis primeras memorias en sus tierras y entre sus jóvenes, lamento conocer tan poco de la cultura wampanoag. Muy pocas palabras de su lengua existen en la mía (los dichos que existen son peyorativos) y la ignorancia colectiva hacia su pueblo es programada, construida a propósito por la educación imperial y sus “best practices.”
Así es Massachusetts: muchas comunidades, pero una sola que controla a los demás, al menos en un sentido social – cultural y lingüístico e institucional. La propaganda y los aparatos imperialistas dan la falsa imagen que otres pueden participar, pueden ser “incluides” en esa comunidad.
La realidad es más compleja.
Luego de regresar de la guerra de Vietnam, mi padre fue asignado a una base miliar en Cape Cod, cerca de donde había crecido. Mis padres han estado allí desde 1970, donde mis hermanas y yo nacimos. Aunque mis padres vienen de irlandeses, sólo mi madre tiene esa ciudadanía. Mi padre no lo tramitó debido—en parte, creo—a su “americanización” (a mi juicio, lo que le pasó en la Guerra de Vietnam le cicatrizó de maneras vistas en no visibles. Su defense mechanism—que descanse en paz—fue la americanización; no es el único “americano” cicatrizado así). Y su disability formó el marco de la vida casera, cosa que siguió así hasta su muerte.
Ha cambiado mucho Cape Cod desde mi juventud, como ahora la zona se ha hecho deseada por la gente de plata. Casi no quedan familias como la nuestra. Si se le imagina Cape Cod como Gatsby y West Egg, era más semejante al Lowell de Kerouac hasta los 2000. Mi high school tenía 2100 estudiantes en 1996, ahora menos de 700.
East Falmouth, donde viví hasta los 8 años, es un pueblo satélite de New Bedford. Cabe mencionar que hay sectores de Falmouth que no tienen relación con las otras partes del pueblo ni con New Bedford. Por West Falmouth (Chapoquoit Island), Woods Hole y Penzance Point, no quieren saber de New Bedford ni siquiera de East Falmouth. Viven en verano los presidentes de Banco de América, Heinz, Bancroft (fundadores de la bolsa Dow Jones): las guardias no dejan pasar a los que viven allí todo el año, los “townies.” Decir “townie” es también decir “basura blanca y no blanca”. Es su sobrenombre por cualquier ser residente en Falmouth que asista a las escuelas públicas, sea lo que sea su color.
Siempre, en todo tema, desean segregarse de nosotros. En decir “nosotros,” quiero decir a los wampanoag, a los irlandeses, a los portugueses, y a los “swamp yankees” (término pejorativo en Massachusetts para los protestantes pobres) o sea, la basura de cualquier color que vive en Falmouth todo el año.
Los de la clase rica, colonizadora y protestante—estos no son exactamente sinónimos, pero hay mucho overlap, sobre todo en Massachusetts—no suelen estudiar en las escuelas públicas, excepto en pueblos como Wayland o Weston o Wellesley (los pueblos “w”). En resumen, esa clase de gente tiene sus propias escuelas, pueblos, zonas de pueblos, hospitales y universidades. Nosotros (el mismo “nosotros” que arriba) estudiamos su cultura, su historia, su literatura, todo en su lengua por obligación imperial escolástico e “intelectual”. Por eso hablo inglés ahora, no irlandés (la lengua familiar) ni wampanoag (la lengua de la zona).
El imperialismo de Massachusetts le obliga a mí y a todos a ser “parte” de la cultura de ellos. Así funciona la segunda fase de la conquista, la implementación de herramientes culturales/sociales; pretende ser perpetua hasta considerarse (más bien, propagandizarse) como la tradición “doméstica”.
(Noto una excepción: Edward Livingston Robertson III estudió conmigo un tiempo en la escuelita pública de Falmouth. Luego se fue a un “boarding school” de los anglicanos, al mismo colegio donde estudiaron John Jacob Astor IV, George H. W. Bush, Howard Dean, Tucker Carlson y William Vanderbilt. Quería que estudiara con él, y fui presentado al técnico de fútbol—jugaba yo en la varsity de Falmouth, con éxitos—pero no pude. La matrícula hoy supera los $75,000.00 al año. Edward se casó hace un par de años en Malibú tras haber estudiado en Harvard y Cornell. Ahora vive por Los Ángeles, a veces pasa por Falmouth en verano. La noche que se casó le susurré que era una lástima que no se hubiera quedado con nosotros para Falmouth High School. Se río a carcajadas, aunque no era chiste. Pero me gustaría imaginar que concordaba. Hasta el día de hoy, Edward es la única persona de esa clase en Falmouth que ha conversado conmigo a propósito, que me ha invitado a su casa, que me ha involucrado en una actividad social.)
Siempre he dicho a mí mismo, si algún día vuelvo a residir en Massachusetts, quiero vivir en New Bedford. Varios acontecimientos familiares sucedieron allá: antes de conseguir empleo en Cape Cod, ambos de mis padres trabajaron para el gobierno municipal de New Bedford, mi madre en una biblioteca y mi padre como Social Worker. Mi abuelo paterno Bill, él que trajo a mis hermanas y a mí a Puerto Rico en la niñez, siempre hablaba con tonos célebres de las escuelas, la gente, el lenguaje, la comida y la música de New Bedford.
Mi abuelita Nana Sullivan murió en 2000 y mi abuelo Bill vivió solo en Aguadilla durante casi 5 años (bueno, no era solo-solo, tenía a su housemate y amigo, José Pluto, con visitas de mi padre y tíos). En esos años vivía yo en Barcelona, estudiando Hemingway y la literatura de exilio, y nos escribíamos cartas. Me contaba de su propia lectura de Hemingway—leía en español porque no encontró ejemplares en inglés en la biblioteca aguadillana. Me contaba en sus cartas cómo las mismas palabras aportan otra experiencia según la lengua. Nunca le cité—cosa que lamento—, pero estas cartas fueron la base de mi tesis doctoral y primer libro. (Tengo una de ellas enmarcada al lado de la puerta de entrada de mi casa en Mayagüez.) Para el año 2005, ya era difícil que mi abuelo esté solo. Algo en contra de su voluntad, mis tíos y mi padre lo llevaron al norte, a Massachusetts. Murió en New Bedford conmigo y la familia rodeándolo. Esa misma semana, en septiembre de 2008, vi una convocatoria para una plaza en Humanidades en la UPRM.
New Bedford, bueno todo el sureste de Massachusetts, se conoce como “West Portugal.” Lo típico es que la gente llega de los Azores, de Madeira, de Cabo Verde o de la Península, pasan unos meses o hasta una generación, y regresan. Hasta mientras, se reparten por los pueblos satélite de New Bedford: East Falmouth, Taunton, Longmeadow, Somerville, Cambridge, Wareham, Hyannis, Oak Bluffs, entre otros.
Donde yo crecí, en East Falmouth, tuvimos de vecinos a (mi babysitter) Jenny Figuerido, los Furtado, Netto, Mello, Medeiros, y algunos con apellidos cambiados, como los Perry (de Pereira), Rogers (de Rodrigues), Oliver (de Oliveira), Morris (de Moraes), Sutton (de Souto), Moore (de Moura). El deporte principal es el fútbol y el equipo Benfica. Muchos años después, cuando vivía al lado de Camp Nou, en Les Corts de Barcelona, el Barca recibió a Benfica para un partido de la Champions League. No pude desviar de mis raíces en East Falmouth. Apoyé a Benfica.
En Falmouth en mi juventud, se escuchaba portugués en la guagua escolar, en los pasillos de la escuela y en la cancha de fútbol. Hay canales de radio y televisión en portugués. (Me levantaba a las 5 los domingos para ver la Liga Portugal en vivo.) Ahora en mis visitas no voy en la guagua escolar ni casi juego fútbol, pero se escucha portugués en restaurantes y panaderías, y en la misa. Casi todas las enfermeras de mi padre, que recién ha muerto, hablan portugués. Una vez mi papá cogió el teléfono celular de una de ellas pensando que era el suyo: puso una cara de confusión total al ver una lengua que no entendía.
(Una enfermera de mi padre, la que voy a entrevistar abajo para este artículo, es de New Bedford y se trasladó a East Falmouth hace un par de años, donde ahora vive. )
Pues hasta mis 8 años, vivimos en la parroquia portuguesa de East Falmouth, la Iglesia de San Antonio. Pero mi familia no asistió a esa iglesia, sino a San Patricio, en parte por la lengua. Mis padres opinaban que era apropiado que asistamos a la iglesia irlandesa, que tiene misa en inglés, aunque era más lejos de casa. Y allí fuimos. (A mi gran sorpresa—y alegría—desde la primavera de 2024, tienen misas en portugués e inglés en San Patricio.)
Justo antes de cumplir los 8 años, nos mudamos casi a walking-distance de San Patricio. Que yo sepa, nunca se han hablado irlandés en esa iglesia, aunque era común en varias partes de Massachusetts hasta los 90. En mi familia, esa lengua es una sombra de cosas abandonadas, un estigma, un retrato lingüístico de penuria – no se menciona ni que existe.
Pero me embrujan los temas irlandeses, las historias de vaivén de Galway y Cork y Tipperary a Boston y Nueva York, y los relatos telenovelísticos familiares: estos tíos abandonaron a sus críos en orfanato en Nueva York y regresaron a Irlanda para morir (eso pasó—evidentemente no era tan inusual), someone died in a bog. Cuando mi hermana encontró en ancestry.com que un tío en New York tiene hijos en Irlanda que nadie conoce, mi madre se puso rojísima (todos preguntándonos: ¿ella sabía de eso?). La ida de Boston a Aguadilla y luego a New Bedford, los difíciles regresos a Cork y Galway. La vida sucede entre espacios, y el drama irlandés, como el boricua, es a veces transoceánico.
Mis hijos aportaron a estas historias en 2023, cuando visitamos la isla esmeralda, tomando fotos frente a letreros “Herlihy” y haciendo preguntas sobre cómo se pronuncia nuestro apellido en los distintos acentos irlandeses y en irlandés mismo. Imagino similares historias tendrán mis colegas en Puerto Rico Lester McGrath, Dana Collins, Kevin Carroll y Shaun Hunt, y también mis estudiantes Aixa Solívan y Maurice Dilan, y mi cartero Roberto Murphy, entre los boricuas-irlandeses del oeste.
Pero la realidad es que, culturalmente al menos, East Falmouth probablemente me impactó más que Irlanda. East Falmouth es mi Aracataca, el eje de mis memorias tempranas. Me gustaría imaginar las historias portuguesas de mi pueblo y las de New Bedford como historias mías, al menos en parte. Esa frase anterior, sólo puedo decirlo en español (acuérdate, Jeff: somos americanos, me dirían en casa: se habla inglés). Pero no puedo separarme de mis experiencias y memorias. Mis amigos Luke Silva, Crystal Teixeira, John Raposa, Shannon Varao, Carlos Santos, Álvaro y Michael Mello (sin parentesco), entre otros, iba de vez en cuando a New Bedford con ellos para sus reuniones familiares—puedo confirmar que son buenas, las fiestas. Saludo, converso algo y cuando fui futbolista las palabrotas que lanzaba me salían a veces en portugués. Una novia durante high school, Nina Santos (sin relación a Carlos), era de New Bedford trasplantada a Cape Cod. Cuando me encontré con Ronaldo Cunha anteayer en el bus público a Boston, le comenté que me casé con una chica de apellido Pereira—se río contestando, “sabía que ibas a hacer algo así.” (Cunha andaba en rumbo a verse con Justin Lopes, otro vecino de East Falmouth, para un viaje de motociclismo.)
El mapa futbolístico en Massachusetts es atado a dónde hay portugueses. Como hay mucho en New Bedford, ese deporte sobresale. Algo común en West Portugal es llegar a New Bedford, estudiar high school y conseguir ciudadanía, y volver a Portugal. Álvaro Melo de mi equipo en Falmouth hizo eso, y una noche de octubre de 1994 jugamos contra New Bedford High School. Su estrella, realmente súper estrella, Benjamín Figueiredo, recién llegado (“right off the boat” como indica el dicho), dominó el partido. Meses después recibió honores del Boston Globe de mejor jugador de Massachusetts. Luego de graduarse, en lugar de ir becado a UCLA o Virginia—como hizo Carlos Santos de Falmouth—se fue para Lisboa donde jugó con Benfica, Sporting y el equipo nacional de Portugal. Luego de jubilarse, regresó a New Bedford, donde ahora reside y trabaja como técnico.
Uno de mis maestros de high school, Amarilis Mello —sin relación a los otros Mello listados—, tuvo una vida similar de película:
Mike was brought to this country, with his siblings, by their father in the late 1930s. He knew no English but was immersed in an American classroom and eventually mastered the language. At that time Mike automatically had dual citizenship because his father did as well.
Years later his father brought him back to Portugal against his wishes and, being of military age by then, he was drafted into the Portuguese army. Because of this, he lost his American citizenship.
After his military service, he worked at Radio Free Europe in Lisbon while negotiating with the American government for the return of his citizenship. After many years he was granted the citizenship again, only after renouncing his Portuguese citizenship, and he returned to New York.
Mike worked at Academic Press in Manhattan and studied at Fordham University, which is where he met his future wife, Judy, whom he married in 1965.
Eventually the couple wound up …[in] Falmouth in 1973. Mike was fluent in Portuguese, English, Spanish and French and became the long-time Foreign Language department head of Falmouth Public Schools. He was also the founding member of the Portuguese American Association in Falmouth.
Amarilis Mello y Rafael Argullol son quizás los dos profesores que más me trasformaron – que me facilitaron las herramientas para considerar mapas distintos a los que las instituciones nos presentan. Vamsi Koneru, amigo de Falmouth de habla telugú (ahora profesor de UConn School of Medicine) y yo le dedicamos un libro a Mello.
Aparte del estatus colonizado, lo descolonial en Massachusetts a veces es divertido y hasta chistoso. Considera St. Patrick’s Day: pues Massachusetts tiene bastante población católica bajo un gobierno tradicionalmente protestante. No era posible celebrar a ningún santo, inclusive el Día de San Patricio, patrón de Irlanda. En 1941 los irlandeses, al gozar de familias grandes y su peso democrático, han creado “Evacuation Day”, festejando cierto detalle protestante que tuvo lugar el 17 de marzo, con nombre apropiado para su colonizador. Y hoy en el calendario oficial de Massachusetts, no se celebra a San Patricio en Boston, sino esa evacuación gigantesca protestante.
Cabe mencionar que esa tensión entre protestantes y católicos se emplea como subtexto en Good Will Hunting. Los acentos (excepto de Robin Williams), las peleas, los bares, las cervezas, los vecindarios – esa pelí tiene muchos precisos. Importante notar que hay roce entre los irlandeses y los portugueses y los wampanoag, cosa que viene de (a mi juicio) en parte de la inseguridad de los irlandeses, pero también de la circunstancia colonial migratorio. Como bien observa Howard Zinn, los migrantes son “easy to exploit, easy to divide.” Entre la gente en San Patricio los domingos se suele escuchar el refrán: “the only type of geese that can’t fly? The Portuguese.”
Cosas de pueblo son de pueblo.
Experimentamos en Falmouth una educación colonizada que no reconoce ni wampanoag, ni irlandés, ni portugués, ni telugú, en la que celebramos “The United States”.
Esa tensión es fabricada con propósito.
Pero New Bedford está encima de todo eso, siendo ciudad. Al menos me gusta imaginar a New Bedford así.
Tras este largo y laberíntico preámbulo, Theresa García nos habla de New Bedford, su ciudad, desde una mesita en Falmouth.
