primer semestre de 2025-2026
Teagle Foundation, STEM to STEAM, 2025: “A Face of Stone” por William Carlos Williams
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A Face of Stone: La tensión entre el poder médico y la humanidad
En A Face of Stone, William Carlos Williams habla de cómo el contacto entre la autoridad
médica y la autonomía del paciente muestra lo más humano y a veces violento de la práctica
clínica. A partir del relato de nuestro narrador, médico que atiende a una pareja inmigrante y a su
bebé enfermo, Williams deconstruye las jerarquías de poder que se esconden tras esta relación. En
lugar de ser un lugar donde se prestan cuidados, la consulta se convierte en un espacio cargado de
tensión, en el que se contraponen la soberbia del conocimiento profesional y la desconfianza del
paciente vulnerable. Lo interesante del relato es que Williams, el mismo médico, no pretende
justificar a su narrador, sino exponerlo, a un hombre que, tras la máscara del conocimiento
científico, muestra su prejuicio, su impaciencia y su dificultad para mirar al otro sin superioridad.
Desde el inicio, el doctor impone su autoridad mediante un lenguaje de desprecio. Sus
pensamientos describen al padre con frases cargadas de racismo como “uno de esos tipos judíos
frescos que uno quiere matar al verlo” y a la madre con un tono de repulsión y con “una cara de
piedra… un animal desconfiado”. Estas descripciones no son simples observaciones, sino
mecanismos de distancia; al deshumanizar a la familia, el médico justifica su falta de empatía y
refuerza su propio poder. La ciencia, representada en su voz clínica y fría, se convierte en una
máscara que le permite dominar, controlar y decidir quién merece atención y quién no. En este
sentido, la autoridad médica aparece no como servicio, sino como jerarquía social que anula la
autonomía del paciente.
Sin embargo, Williams va más allá del retrato del médico autoritario. A medida que el
relato avanza, el texto sugiere una tensión interna en el propio doctor. Aunque intenta mantener la
distancia profesional, no puede evitar sentirse afectado por la humanidad de sus pacientes. La
madre, con su “cara de piedra”, resiste su mirada, su voz y sus órdenes. No habla mucho, pero su
silencio es una forma de autonomía; su negativa inicial a entregar el bebé, su insistencia en
quedarse junto al hijo y su desconfianza son pequeños gestos de poder frente a la figura masculina
y científica del médico. Williams transforma ese silencio en resistencia. La mujer, a pesar de su
condición social y lingüística, se convierte en el símbolo de quienes no poseen el conocimiento
médico, pero sí la capacidad de proteger y decidir sobre su propio cuerpo y el de su hijo.
El cuento también revela la fragilidad del poder científico. Cuando el médico se niega a
visitar al bebé enfermo una noche de invierno, su autoridad se desmorona ante el peso de su culpa.
La ciencia que lo respalda no le ofrece consuelo moral; su razón no puede liberarlo del sentimiento
de haber fallado en su deber humano. Más adelante, cuando la pareja regresa con el niño saludable,
la escena cambia de tono; el médico, cansado y frustrado, vuelve a enfrentar a la misma mujer,
pero esta vez su control se ve amenazado por la empatía. La última sonrisa de la madre, cuando
acepta las pastillas, no es una rendición ante el poder médico, sino un gesto que equilibra la
relación. Por un momento, ambos, médico y paciente, se encuentran en un punto de humanidad
compartida.
A Face of Stone desmonta la idea romántica del médico como figura de autoridad
incuestionable. A través del conflicto entre saber y compasión, Williams muestra que el verdadero
acto médico no ocurre en el diagnóstico, sino en la mirada que reconoce al otro como igual. La
autonomía del paciente, lejos de ser un desafío al conocimiento científico, es su complemento
necesario, ya que, sin ella, la medicina se convierte en un ejercicio de poder vacío. La historia,
escrita por alguien que vivió ambos mundos, el de la ciencia y el del arte, deja claro que la autoridad
médica solo se justifica cuando está al servicio de la dignidad humana. En esa tensión entre la
ciencia y la compasión, Williams encuentra el rostro más profundo de la piedra; el del médico que
finalmente ve reflejada su propia dureza.
“She stood there, holding the baby tight, her face hard, her eyes fixed” (Williams). Desde esa imagen inicial, William Carlos Williams encierra el conflicto central de A Face of Stone: el choque entre la autoridad médica y la autonomía del paciente. La madre, descrita con “una cara de piedra”, representa la resistencia silenciosa frente a un sistema que la mira con desprecio. Su silencio no es pasivo, sino defensivo. Y el médico, atrapado en su propio sentido de superioridad, se convierte en un claro ejemplo de cómo el conocimiento puede transformarse en poder. A través de esa tensión, Williams expone cómo la medicina puede terminar deshumanizando al mismo ser que intenta curar.
El narrador, un médico cansado y prejuiciado, ejerce su autoridad desde el lenguaje. Lo primero que hace no es examinar al bebé, sino clasificar a los padres como “ fresh Jewish types” (Williams). Esta frase, seca y discriminatoria, demuestra que su poder no solo proviene del título, sino también de su capacidad para etiquetar. Cuando Williams describe cómo la madre se aferra a su bebé y evita soltarlo, deja ver que esa desconfianza tiene razones más profundas: “ She held the baby tighter, as if afraid I might take it away” (Williams). La mujer se aferra no solo a su hijo, sino a su última forma de control. Su gesto desafía la lógica del médico, que espera obediencia. A través de este contraste, Williams revela que la autoridad médica, al imponerse sin sensibilidad, convierte el cuerpo del paciente en un territorio de disputa. La madre protege su autonomía no con palabras, sino con su instinto.
La autoridad científica del narrador también se muestra en su indiferencia moral. Cuando la pareja lo llama de noche para pedir ayuda, él piensa: “ Why the hell do they let them into the country?” (Williams). Esta reacción no solo muestra prejuicio, sino una creencia peligrosa: que la ciencia le da derecho a decidir quién merece atención. Williams utiliza esta frase para mostrar cómo el conocimiento médico puede volverse una forma de exclusión. El doctor, que debería curar, juzga. La medicina, en sus manos, se convierte en un instrumento de poder social. Sin embargo, el lector ve más allá: el narrador también está atrapado en su arrogancia, incapaz de reconocer que la autoridad sin compasión es vacía. Williams, que conocía la práctica médica desde adentro, deja claro que el verdadero peligro no está en la ignorancia del paciente, sino en la prepotencia del profesional.
En la segunda parte del cuento, la relación cambia. El médico vuelve a ver a la familia y nota que el bebé está ahora más sano, está gordito y sonriente. El cambio en el niño simboliza algo más grande: la posibilidad de que la medicina y la humanidad existan. Al examinar a la madre, el médico nota sus piernas enfermas, su ropa gastada y el cansancio en su cuerpo: “Her legs were twisted and swollen with varicose veins, her shoes worn through” (Williams). Es la primera vez qué él médico observa sin juzgar. La mujer deja de ser una “cara de piedra” y se convierte en un cuerpo qué cuenta una historia: pobreza, maternidad, supervivencia. Williams muestra que el conocimiento médico solo tiene valor cuando se une al entendimiento humano. La autoridad científica del doctor se debilita, porque la experiencia de la madre tiene un peso que los libros no enseñan y que la vida jamás logrará anticipar.
En el momento cuando el médico le ofrece unas pastillas a la madre y ella le sonríe, esa sonrisa, marca el punto en que la autoridad cede y nace la comprensión. En ese instante, el médico ya no impone; escucha. Y ella, que hasta ese momento había sido la paciente sumisa, recupera poder a través de la confianza. Williams libera toda la tensión del cuento en ese pequeño gesto: el acto de tragar las pastillas es también el de aceptar ayuda sin perder la dignidad. El médico, por fin, deja de ver un “caso” y ve una persona.
Con A Face of Stone, Williams no busca condenar a los médicos, sino revelar la fragilidad del poder que poseen. Su cuento no acusa, reflexiona. Muestra cómo la autoridad científica puede salvar vidas, pero si no reconoce la autonomía del paciente, termina olvidando lo más importante: que detrás de cada diagnóstico hay una persona que siente, teme y espera. Williams escribe desde su doble experiencia de poeta y médico, y precisamente por eso entiende que curar no solo requiere conocimiento, sino sensibilidad.
El autor no dibuja héroes ni villanos, sino seres humanos enfrentados a sus límites. El médico del cuento, con toda su arrogancia, representa una realidad incómoda: la medicina, sin compasión, puede transformarse en un mecanismo deshumanizado. La madre, por otro lado, encarna la resistencia de quienes no entienden el idioma del poder, pero sí el del instinto y el amor. Williams muestra como una interacción mínima, la mujer con su silencio, nace algo que va más allá del deber profesional: una conexión humana, porque el médico entendió que curar no significa mandar, y que la confianza no se impone, se gana.
En ese momento, la historia deja de ser solo sobre la medicina. Se vuelve una reflexión sobre el poder, la empatía y la necesidad de mirar al otro con humildad. Williams nos recuerda que hay algo profundamente humano en reconocer nuestros límites, en aceptar que el conocimiento sin compasión se queda corto.
La ciencia por sí sola, no basta… La empatía no es un detalle opcional, sino el centro del acto de sanar. En ese cruce entre la fragilidad del paciente y la arrogancia del médico, el cuento revela una verdad sencilla, todos necesitamos ser vistos, escuchados y comprendidos. Porque la medicina no debería ser un ejercicio de poder, sino un acto de amor hacia la fragilidad humana. Es aceptar que cada paciente trae consigo una historia, un miedo, una pérdida o una esperanza, y que exigen respeto. Williams nos recuerda que el verdadero progreso de la medicina no depende solo de los avances científicos, sino de la capacidad de los médicos para conservar su humanidad. Al final, Williams no busca que sintamos lástima, ni admiración, sino conciencia.
“A face of stone” and how empathy fatigue affects patient autonomy.
In medicine, the line by which a doctor must act in the patient’s best interest is often very
fine. As a profession where the livelihood of individuals depends on their own actions, it is
common to see doctors become numb to the suffering of their patients. As humans, we are never
immune to personal bias, and in the work of medical professionals (who constantly treat multiple
patients each day) it is easy for personal bias to cause conflict between the roles of the
professional and patient. The story “A Face of Stone” by William Carlos Williams explores these
themes and delves into the ethics of medical fatigue and the implications this has on medical
treatment. This essay seeks to analyze how the roles between patients and medical practitioners
are portrayed in the story.
From the very beginning of “A Face of Stone,” Williams introduces the protagonist in a
negative light by demonstrating his disdain toward incoming immigrant patients who are being
attended close to the end of his shift. The first words of the story include descriptions such as “a
half-insolent look in his eyes” and “a stoutish individual in a greasy black suit,” which subverts
the commonly held views of what is expected of family physicians. Through this introduction, it
becomes clear that the doctor harbors resentment toward his patients and treats them in a
begrudging, almost contemptuous manner unfit for any professional in the medical field. By
writing the story from the doctor’s perspective, the reader is forced to see through the eyes of a
fatigued and judgmental physician. In doing so, Williams also illustrates how daily work and
long shifts can lead to irritation toward patients who commit minor infractions, such as arriving
late. Through this perspective, Williams portrays how a profession built on ethics and care can
still produce professionals who mistreat their patients, often justifying their behavior as a
response to inconvenience.
Williams also explores how figures of medical authority often judge their patients due to
their fear of non-existent diseases while forgetting the circumstances and context of their
patients. This idea is emphasized when the doctor becomes frustrated with the couple who
anxiously request a checkup for their baby. The scene highlights several key issues within the
medical field, particularly the imbalance between professional knowledge and patient
understanding. Despite the parents’ sincere concern for their child’s health, the doctor belittles
their worries and treats them as a waste of his time. This moment also reveals the power dynamic
between doctor and patient, showing how the authority of medical knowledge can suppress
patient autonomy. Moreover, the mother’s defensiveness and lack of trust toward the doctor
during this scene serve as a reminder of how previous negative experiences with medical
professionals can create lasting skepticism.
In a world where a patient’s life depends on a doctor’s judgment, the seeds of distrust can
easily grow into conflict and hinder proper treatment. Williams reinforces this tension by
depicting the mother’s reaction when the doctor finally shows a moment of empathy as shown by
her subtle smile at the end. Through this subtle detail at the end, Williams shows how
compassion and understanding can bridge the gap between patient and physician. In a poetic
way, although the doctor is initially portrayed in a negative light, by the end of the story he learns
to respect his patients and see their humanity. This gradual shift serves to highlight how the
doctor’s alienation from the patients is all it took to create a divide during the treatment process.
“A Face of Stone” ultimately demonstrates why empathy and ethics matter beyond simple social
courtesy. Despite the great responsibility that medical professionals hold, it is too often that we
see cases of malpractice or emotional detachment caused by a lack of understanding of the
patient’s context. By initially showing the doctor as biased and fatigued, Williams reveals how
personal prejudice and professional exhaustion can distort moral judgment, and how the
restoration of empathy can transform both doctor and patient.
A Face of Stone: La tensión entre el poder médico y la humanidad
En A Face of Stone, William Carlos Williams habla de cómo el contacto entre la autoridad
médica y la autonomía del paciente muestra lo más humano y a veces violento de la práctica
clínica. A partir del relato de nuestro narrador, médico que atiende a una pareja inmigrante y a su
bebé enfermo, Williams deconstruye las jerarquías de poder que se esconden tras esta relación. En
lugar de ser un lugar donde se prestan cuidados, la consulta se convierte en un espacio cargado de
tensión, en el que se contraponen la soberbia del conocimiento profesional y la desconfianza del
paciente vulnerable. Lo interesante del relato es que Williams, el mismo médico, no pretende
justificar a su narrador, sino exponerlo, a un hombre que, tras la máscara del conocimiento
científico, muestra su prejuicio, su impaciencia y su dificultad para mirar al otro sin superioridad.
Desde el inicio, el doctor impone su autoridad mediante un lenguaje de desprecio. Sus
pensamientos describen al padre con frases cargadas de racismo como “uno de esos tipos judíos
frescos que uno quiere matar al verlo” y a la madre con un tono de repulsión y con “una cara de
piedra… un animal desconfiado”. Estas descripciones no son simples observaciones, sino
mecanismos de distancia; al deshumanizar a la familia, el médico justifica su falta de empatía y
refuerza su propio poder. La ciencia, representada en su voz clínica y fría, se convierte en una
máscara que le permite dominar, controlar y decidir quién merece atención y quién no. En este
sentido, la autoridad médica aparece no como servicio, sino como jerarquía social que anula la
autonomía del paciente.
Sin embargo, Williams va más allá del retrato del médico autoritario. A medida que el
relato avanza, el texto sugiere una tensión interna en el propio doctor. Aunque intenta mantener la
distancia profesional, no puede evitar sentirse afectado por la humanidad de sus pacientes. La
madre, con su “cara de piedra”, resiste su mirada, su voz y sus órdenes. No habla mucho, pero su
silencio es una forma de autonomía; su negativa inicial a entregar el bebé, su insistencia en
quedarse junto al hijo y su desconfianza son pequeños gestos de poder frente a la figura masculina
y científica del médico. Williams transforma ese silencio en resistencia. La mujer, a pesar de su
condición social y lingüística, se convierte en el símbolo de quienes no poseen el conocimiento
médico, pero sí la capacidad de proteger y decidir sobre su propio cuerpo y el de su hijo.
El cuento también revela la fragilidad del poder científico. Cuando el médico se niega a
visitar al bebé enfermo una noche de invierno, su autoridad se desmorona ante el peso de su culpa.
La ciencia que lo respalda no le ofrece consuelo moral; su razón no puede liberarlo del sentimiento
de haber fallado en su deber humano. Más adelante, cuando la pareja regresa con el niño saludable,
la escena cambia de tono; el médico, cansado y frustrado, vuelve a enfrentar a la misma mujer,
pero esta vez su control se ve amenazado por la empatía. La última sonrisa de la madre, cuando
acepta las pastillas, no es una rendición ante el poder médico, sino un gesto que equilibra la
relación. Por un momento, ambos, médico y paciente, se encuentran en un punto de humanidad
compartida.
A Face of Stone desmonta la idea romántica del médico como figura de autoridad
incuestionable. A través del conflicto entre saber y compasión, Williams muestra que el verdadero
acto médico no ocurre en el diagnóstico, sino en la mirada que reconoce al otro como igual. La
autonomía del paciente, lejos de ser un desafío al conocimiento científico, es su complemento
necesario, ya que, sin ella, la medicina se convierte en un ejercicio de poder vacío. La historia,
escrita por alguien que vivió ambos mundos, el de la ciencia y el del arte, deja claro que la autoridad
médica solo se justifica cuando está al servicio de la dignidad humana. En esa tensión entre la
ciencia y la compasión, Williams encuentra el rostro más profundo de la piedra; el del médico que
finalmente ve reflejada su propia dureza.
“She stood there, holding the baby tight, her face hard, her eyes fixed” (Williams). Desde esa imagen inicial, William Carlos Williams encierra el conflicto central de A Face of Stone: el choque entre la autoridad médica y la autonomía del paciente. La madre, descrita con “una cara de piedra”, representa la resistencia silenciosa frente a un sistema que la mira con desprecio. Su silencio no es pasivo, sino defensivo. Y el médico, atrapado en su propio sentido de superioridad, se convierte en un claro ejemplo de cómo el conocimiento puede transformarse en poder. A través de esa tensión, Williams expone cómo la medicina puede terminar deshumanizando al mismo ser que intenta curar.
El narrador, un médico cansado y prejuiciado, ejerce su autoridad desde el lenguaje. Lo primero que hace no es examinar al bebé, sino clasificar a los padres como “ fresh Jewish types” (Williams). Esta frase, seca y discriminatoria, demuestra que su poder no solo proviene del título, sino también de su capacidad para etiquetar. Cuando Williams describe cómo la madre se aferra a su bebé y evita soltarlo, deja ver que esa desconfianza tiene razones más profundas: “ She held the baby tighter, as if afraid I might take it away” (Williams). La mujer se aferra no solo a su hijo, sino a su última forma de control. Su gesto desafía la lógica del médico, que espera obediencia. A través de este contraste, Williams revela que la autoridad médica, al imponerse sin sensibilidad, convierte el cuerpo del paciente en un territorio de disputa. La madre protege su autonomía no con palabras, sino con su instinto.
La autoridad científica del narrador también se muestra en su indiferencia moral. Cuando la pareja lo llama de noche para pedir ayuda, él piensa: “ Why the hell do they let them into the country?” (Williams). Esta reacción no solo muestra prejuicio, sino una creencia peligrosa: que la ciencia le da derecho a decidir quién merece atención. Williams utiliza esta frase para mostrar cómo el conocimiento médico puede volverse una forma de exclusión. El doctor, que debería curar, juzga. La medicina, en sus manos, se convierte en un instrumento de poder social. Sin embargo, el lector ve más allá: el narrador también está atrapado en su arrogancia, incapaz de reconocer que la autoridad sin compasión es vacía. Williams, que conocía la práctica médica desde adentro, deja claro que el verdadero peligro no está en la ignorancia del paciente, sino en la prepotencia del profesional.
En la segunda parte del cuento, la relación cambia. El médico vuelve a ver a la familia y nota que el bebé está ahora más sano, está gordito y sonriente. El cambio en el niño simboliza algo más grande: la posibilidad de que la medicina y la humanidad existan. Al examinar a la madre, el médico nota sus piernas enfermas, su ropa gastada y el cansancio en su cuerpo: “Her legs were twisted and swollen with varicose veins, her shoes worn through” (Williams). Es la primera vez qué él médico observa sin juzgar. La mujer deja de ser una “cara de piedra” y se convierte en un cuerpo qué cuenta una historia: pobreza, maternidad, supervivencia. Williams muestra que el conocimiento médico solo tiene valor cuando se une al entendimiento humano. La autoridad científica del doctor se debilita, porque la experiencia de la madre tiene un peso que los libros no enseñan y que la vida jamás logrará anticipar.
En el momento cuando el médico le ofrece unas pastillas a la madre y ella le sonríe, esa sonrisa, marca el punto en que la autoridad cede y nace la comprensión. En ese instante, el médico ya no impone; escucha. Y ella, que hasta ese momento había sido la paciente sumisa, recupera poder a través de la confianza. Williams libera toda la tensión del cuento en ese pequeño gesto: el acto de tragar las pastillas es también el de aceptar ayuda sin perder la dignidad. El médico, por fin, deja de ver un “caso” y ve una persona.
Con A Face of Stone, Williams no busca condenar a los médicos, sino revelar la fragilidad del poder que poseen. Su cuento no acusa, reflexiona. Muestra cómo la autoridad científica puede salvar vidas, pero si no reconoce la autonomía del paciente, termina olvidando lo más importante: que detrás de cada diagnóstico hay una persona que siente, teme y espera. Williams escribe desde su doble experiencia de poeta y médico, y precisamente por eso entiende que curar no solo requiere conocimiento, sino sensibilidad.
El autor no dibuja héroes ni villanos, sino seres humanos enfrentados a sus límites. El médico del cuento, con toda su arrogancia, representa una realidad incómoda: la medicina, sin compasión, puede transformarse en un mecanismo deshumanizado. La madre, por otro lado, encarna la resistencia de quienes no entienden el idioma del poder, pero sí el del instinto y el amor. Williams muestra como una interacción mínima, la mujer con su silencio, nace algo que va más allá del deber profesional: una conexión humana, porque el médico entendió que curar no significa mandar, y que la confianza no se impone, se gana.
En ese momento, la historia deja de ser solo sobre la medicina. Se vuelve una reflexión sobre el poder, la empatía y la necesidad de mirar al otro con humildad. Williams nos recuerda que hay algo profundamente humano en reconocer nuestros límites, en aceptar que el conocimiento sin compasión se queda corto.
La ciencia por sí sola, no basta… La empatía no es un detalle opcional, sino el centro del acto de sanar. En ese cruce entre la fragilidad del paciente y la arrogancia del médico, el cuento revela una verdad sencilla, todos necesitamos ser vistos, escuchados y comprendidos. Porque la medicina no debería ser un ejercicio de poder, sino un acto de amor hacia la fragilidad humana. Es aceptar que cada paciente trae consigo una historia, un miedo, una pérdida o una esperanza, y que exigen respeto. Williams nos recuerda que el verdadero progreso de la medicina no depende solo de los avances científicos, sino de la capacidad de los médicos para conservar su humanidad. Al final, Williams no busca que sintamos lástima, ni admiración, sino conciencia.
“A face of stone” and how empathy fatigue affects patient autonomy.
In medicine, the line by which a doctor must act in the patient’s best interest is often very
fine. As a profession where the livelihood of individuals depends on their own actions, it is
common to see doctors become numb to the suffering of their patients. As humans, we are never
immune to personal bias, and in the work of medical professionals (who constantly treat multiple
patients each day) it is easy for personal bias to cause conflict between the roles of the
professional and patient. The story “A Face of Stone” by William Carlos Williams explores these
themes and delves into the ethics of medical fatigue and the implications this has on medical
treatment. This essay seeks to analyze how the roles between patients and medical practitioners
are portrayed in the story.
From the very beginning of “A Face of Stone,” Williams introduces the protagonist in a
negative light by demonstrating his disdain toward incoming immigrant patients who are being
attended close to the end of his shift. The first words of the story include descriptions such as “a
half-insolent look in his eyes” and “a stoutish individual in a greasy black suit,” which subverts
the commonly held views of what is expected of family physicians. Through this introduction, it
becomes clear that the doctor harbors resentment toward his patients and treats them in a
begrudging, almost contemptuous manner unfit for any professional in the medical field. By
writing the story from the doctor’s perspective, the reader is forced to see through the eyes of a
fatigued and judgmental physician. In doing so, Williams also illustrates how daily work and
long shifts can lead to irritation toward patients who commit minor infractions, such as arriving
late. Through this perspective, Williams portrays how a profession built on ethics and care can
still produce professionals who mistreat their patients, often justifying their behavior as a
response to inconvenience.
Williams also explores how figures of medical authority often judge their patients due to
their fear of non-existent diseases while forgetting the circumstances and context of their
patients. This idea is emphasized when the doctor becomes frustrated with the couple who
anxiously request a checkup for their baby. The scene highlights several key issues within the
medical field, particularly the imbalance between professional knowledge and patient
understanding. Despite the parents’ sincere concern for their child’s health, the doctor belittles
their worries and treats them as a waste of his time. This moment also reveals the power dynamic
between doctor and patient, showing how the authority of medical knowledge can suppress
patient autonomy. Moreover, the mother’s defensiveness and lack of trust toward the doctor
during this scene serve as a reminder of how previous negative experiences with medical
professionals can create lasting skepticism.
In a world where a patient’s life depends on a doctor’s judgment, the seeds of distrust can
easily grow into conflict and hinder proper treatment. Williams reinforces this tension by
depicting the mother’s reaction when the doctor finally shows a moment of empathy as shown by
her subtle smile at the end. Through this subtle detail at the end, Williams shows how
compassion and understanding can bridge the gap between patient and physician. In a poetic
way, although the doctor is initially portrayed in a negative light, by the end of the story he learns
to respect his patients and see their humanity. This gradual shift serves to highlight how the
doctor’s alienation from the patients is all it took to create a divide during the treatment process.
“A Face of Stone” ultimately demonstrates why empathy and ethics matter beyond simple social
courtesy. Despite the great responsibility that medical professionals hold, it is too often that we
see cases of malpractice or emotional detachment caused by a lack of understanding of the
patient’s context. By initially showing the doctor as biased and fatigued, Williams reveals how
personal prejudice and professional exhaustion can distort moral judgment, and how the
restoration of empathy can transform both doctor and patient.