Subvención de $750 mil de NIFA permitirá colaboración entre Universidad de Illinois y RUM para proyectos de recuperación de desastres y resiliencia comunitaria
Por Ídem Osorio De Jesús (idem.osorio@upr.edu)
Prensa RUM
viernes, 20 de noviembre de 2020
El Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), de la Universidad de Puerto Rico, (UPR), formará parte de un acuerdo colaborativo con la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign, para desarrollar iniciativas educativas e investigativas en la recuperación de desastres naturales con enfoque en la resiliencia comunitaria. El proyecto cuenta con una subvención de $750 mil, otorgada por el Instituto de Alimentos y Agricultura (NIFA) del Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA).
Así lo dio a conocer el doctor Luis F. Rodríguez, investigador principal de la propuesta, quien es catedrático del Departamento de Agricultura y Bioingeniería de la Universidad de Illinois, entidad que recibió la dádiva. En representación del RUM, participan como colaboradores: los doctores Luis R. Pérez Alegría, del Departamento de Ingeniería Agrícola y Biosistemas; y Nelson Cardona Martínez, del Departamento de Ingeniería Química. Igualmente, los acompaña la profesora Luisa Seijo Maldonado, del Departamento de Ciencias Sociales y directora del Instituto Universitario para el Desarrollo de las Comunidades (IUDC).
En una reciente entrevista en el programa radial Foro Colegial de la Oficina de Prensa del RUM, el grupo investigador multidisciplinario explicó el trasfondo de este proyecto y el impacto que tendrá para ambas instituciones, que trabajarán directamente con varias comunidades puertorriqueñas como Juana Matos, en Cataño y el Barrio Guayabota, en Yabucoa.
Precisamente, la alianza permitirá que tanto los estudiantes del recinto mayagüezano de la UPR, como los de Illinois en Urbana, colaboren, a través de cursos y programas educativos, en el desarrollo de estrategias y planes para fortalecer la infraestructura, y ayudar a las comunidades a prepararse de cara a posibles eventos catastróficos, como los ocurridos en tiempos recientes por huracanes y terremotos.
“Estamos ante una nueva oportunidad que nos concede el USDA para colaborar con el Colegio y también con la entidad comunitaria Caras con Causa. Nuestro trabajo se enfoca en el área de desastres y cómo recuperarnos de estos en una forma más resiliente en el futuro. Parte del esfuerzo, incluye recobrar los recursos esenciales como el agua y la energía, luego que ocurre el suceso, cuando es muy difícil tener acceso a estos”, explicó el doctor Rodríguez, gestor de la propuesta y embajador de la diáspora boricua en Illinois.
Por su lado, el doctor Pérez Alegría destacó que esta dinámica de cooperación comenzó hace más de una década, producto del interés compartido con su colega radicado en Estados Unidos, de proveer experiencias colaborativas a sus estudiantes con sus pares, de manera que comparen sus respectivos entornos y busquen alternativas a desafíos en conjunto.
“Esto es un proceso que inició hace muchos años. Ahora se logró obtener los fondos para trabajar específicamente el componente comunitario y contamos con la asesoría de una experta que domina este campo, como lo es la profesora Seijo Maldonado. El objetivo es que los alumnos puedan analizar distintos retos y presentar soluciones que se sostengan a través del tiempo y que permitan apoderar a las comunidades para que, a su vez, estén adiestradas en cómo diagnosticar y resolver esas situaciones, o simplemente buscar recursos que les ayuden a solucionarlos de forma sostenible”, indicó el catedrático colegial.
De igual forma, la profesora Seijo Maldonado resaltó los beneficios de contar con un equipo de trabajo multidisciplinario que se nutrirá de las destrezas, experiencias, retos y logros comunitarios en el proceso de aprendizaje enseñanza, que forma parte de la metodología de investigación y acción participativa utilizada en el IUDC, entidad con una trayectoria de casi 20 años dedicada a incentivar la calidad de vida de las y los puertorriqueños que viven en sectores de desventaja social y económica.
“Ese intercambio entre la sabiduría popular y el conocimiento científico genera un nuevo conocimiento. Queremos formar estudiantes que estén preparados para reconocer la transformación social, el desarrollo de nuevas tecnologías, de diseños y modelos que respondan a los retos que vivimos en el mundo contemporáneo, a los eventos atmosféricos, al cambio climático. Asimismo, la agricultura necesita ese trabajo para garantizar alimentos sanos para toda la población, con un efecto en el desarrollo económico de la sociedad. Esta experiencia nos ofrece esa oportunidad”, reiteró la también trabajadora social.
A esos fines, el equipo investigativo trabajará con asuntos relacionados con los recursos fundamentales como el agua potable y la energía renovable, así como con la protección ambiental, la planificación urbana y proyectos de ingeniería que garanticen la continuidad de los servicios y cubran las necesidades básicas de los ciudadanos.
“Lo más importante es que se puedan desarrollar diseños y hacer investigaciones en un escenario real, especialmente en aquellos de vulnerabilidad que puedan ser replicables en otras comunidades en iguales condiciones de desventaja. Por otro lado, que se puedan crear prototipos efectivos para el estudiantado. Aspiramos a que no haya que esperar a una reacción, sino que pueda haber una planificación y un diseño para que sirva como respuesta, cuando llegue el momento”, declaró Seijo Maldonado.
Coincidió Pérez Alegría, quien destacó el esfuerzo que han realizado desde el Colegio de Ciencias Agrícolas por los pasados años, en el Estuario de la Bahía de San Juan, con el objetivo de proteger los recursos de agua a través del empoderamiento de las comunidades aledañas.
“Es la única forma en que logramos resolver los problemas que afectan a lo largo y ancho de nuestra isla: teniendo comunidades educadas que sean capaces de diagnosticar, reportar y documentar las situaciones que estén ocurriendo en su entorno, de tal manera que sean atendidas con las acciones correctivas que funcionen en ese escenario. Por ejemplo, uno de los objetivos en el Estuario, es que los ciudadanos puedan recoger agua para situaciones de emergencias, que vean la utilidad del techo para recolectarla y también para producir energía”, esbozó.
Mientras, el investigador principal recordó que en las clases que ha dictado por años en la Universidad de Illinois, comparaba, junto a sus discípulos, los sistemas de alimentos y agricultura de la región central oeste estadounidense y las tropicales. Como parte de la experiencia, se planificó un viaje de estudio a Puerto Rico que se vio interrumpido por el catastrófico huracán María.
“Fuimos muy afortunados en que más adelante pudimos llevar estudiantes de aquí, de Illinois a Puerto Rico para obtener ese conocimiento de primera mano. En el 2018, llegamos con un grupo de 42 alumnos a Cataño, visitamos varios lugares, como las vaquerías en Hatillo, para poder entender los impactos en la infraestructura, y, obviamente, en esos meses inmediatamente después de la tormenta, estaba todo bien frágil. Una de nuestras metas, no era solamente recuperar, sino también, mejorar la infraestructura en las tormentas, para poder aguantar y sostener eventos más extremos”, aseguró Rodríguez.
Ante esa urgencia de querer aportar acciones concretas para ayudar a la isla, nació un curso sobre el tema específico de recuperación de desastres y resiliencia.
“El curso se enfoca en el estudio de la infraestructura y la evaluación de las necesidades en asistencia para áreas afectadas por los desastres naturales. Asimismo, viabiliza que los estudiantes trabajen en diseños que sirvan de solución. En muchas instancias, podemos promover esa resiliencia a través de proyectos relativamente fáciles como la recolección de agua de lluvia. Eso es manejable en una escala menor y se puede extender a otros sectores y comunidades”, detalló Rodríguez.
Según agregó, los fondos aprobados por NIFA para este proyecto surgieron gracias al esfuerzo de los estudiantes en la clase, desde donde se redactó la propuesta. La iniciativa abarcará cursos en ambas instituciones, así como un programa investigativo en verano. Actualmente, por las restricciones del COVID-19, estos viajes y visitas de campo han sido suspendidos, pero ya el grupo prepara su protocolo para cuando sea posible reiniciarlos.
Además, planifican intercambios a distancia de manera que los estudiantes puedan aprender a integrar y entender las perspectivas de las comunidades puertorriqueñas con las que trabajarán. También aspiran a contar con un centro de recursos virtual dedicado a los retos causados por desastres.
A la iniciativa se unirá también el grupo Caras con Causa, una entidad no gubernamental que impulsa el desarrollo comunitario para erradicar la pobreza a través de la educación, ecología y el desarrollo económico. Este colectivo colabora de manera activa con las comunidades de Vietnam, Amelia y Sabana de Guaynabo, así como Puente Blanco y Juana Matos de Cataño. Es por su rol y todos sus logros con esta última, que el grupo investigador los integró como un socio esencial del proyecto.
Los catedráticos hicieron un llamado a los estudiantes de todas las disciplinas y áreas de estudio interesados a estar pendientes a la información de convocatoria y unirse al esfuerzo que les ampliará su espectro de conocimientos y experiencia investigativa, educativa y cultural.
“Se puede transformar y desarrollar nuevas metodologías que sean pertinentes a las respectivas disciplinas o esa visión transdisciplinaria que es tan importante en el mundo contemporáneo. Ese ejercicio nos saca de la cajita cómoda, para aprender de otros colegas, y también de la comunidad porque el laboratorio no tiene paredes, ese laboratorio es abierto. Por eso decimos que la comunidad es un nuevo texto en el contexto universitario, porque te ofrece conocimiento y aprendizaje constante, así como espacio para investigar, analizar, y concluir, y llegar entonces a la elaboración y diseño de un prototipo”, puntualizó Seijo Maldonado.