La Universidad de Puerto Rico, recién descubierta como el proyecto más importante del país en el siglo XX, requiere del concurso y el compromiso de todas y todos los que estudiamos, aprendemos, enseñamos y laboramos en ella, sobre todo de quienes somos y hemos sido sus alumnos.
En todos sus espacios encontramos a esa gente capaz de darlo todo, día a día: en la finca, en los jardines, en el papeleo, en las oficinas, en los laboratorios, en el campo, en el salón de clases, en los edificios e instalaciones, en los observatorios, en el espacio cibernético.
Pero esta institución—así como el país—requiere de personas capaces de hacer un acto de valor y sacrificio para lograr sus grandes metas. Hay muchos y muchas, me consta.
Gracias a Silvio Rodríguez hemos conocido unas estrofas de una canción (In praise of the fighters) de Bertold Brecht, de su drama La madre. Todos las conocemos:
Hay hombres que luchan un día y son buenos.
Hay otros que luchan un año y son mejores.
Hay otros que luchan muchos años y son muy buenos.
Pero hay quienes luchan toda la vida, esos son imprescindibles.
Tengo la certeza, porque le conocí bien, justo en esa batalla, que Andrés Calderón Colón es la horma de esa sentencia.
Hay que recordarlo siempre, pero, sobre todo, en estos días aciagos.