Ingenieros del año por partida doble
Por Javier Valentín Feliciano (javier.valentin@upr.edu)
Prensa RUM
viernes, 5 de junio de 2020
Los doctores Ian Falú y Ramón J. Figueroa fueron compañeros de estudios en el Departamento de Ingeniería Mecánica (INME) del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM); se hospedaron en el mismo lugar, provienen de su natal Carolina, se destacaron en el deporte, e incluso, hasta tuvieron una discusión cuando comenzaron como prepas, que casi termina su relación de amistad. Sin embargo, una vez graduados como ingenieros del Colegio, el destino los uniría con un objetivo en común: ambos se convirtieron en profesores y, hoy día, son socios de una importante empresa que brinda herramientas educativas a profesionales de su campo.
Su sólida trayectoria, unida por tantos vínculos, los llevó a recibir recientemente el Premio al Ingeniero del Año que otorga la Sociedad de Ingenieros Profesionales, adscrita al estado de Wisconsin, donde residen y laboran. El doctor Falú obtuvo el galardón en el área de educación, mientras que el doctor Figueroa lo consiguió por su ejercicio en la práctica privada. Según relataron, este reconocimiento está estrechamente atado a la educación que recibieron en su querida alma mater y que los ha llevado a cosechar triunfos fuera de su terruño.
“Gran parte de lo que he logrado en mi desempeño profesional, se lo debo al Colegio. Tengo varios profesores a quienes les agradezco profundamente, entre ellos, alguien que me enseñó mucho de la vida, el profesor Fernando Pla, quien era fuerte en su clase. Yo vengo de un lugar en donde tú tienes que ser un duro para sobrevivir. Salí bien en sus cursos y hasta me apoyó como deportista. Durante una competencia en la Liga Atlética Interuniversitaria (LAI), en la que representé al RUM, envió a todo el grupo a respaldarme”, destacó Figueroa.
Por su parte, Falú, rememora con nostalgia sus años de estudio, al igual que atesora todas las amistades que cosechó, vivencias que, a su juicio, lo ayudaron a forjarse en el aspecto humano y en su ética laboral.
“Los años que viví como colegial fueron excelentes. Como éramos parte de un grupo tan cerrado en INME, nos juntábamos para estudiar e intercambiar material de los cursos. Todavía nos hablamos, nos buscamos para trabajar en proyectos o en lo que sea. Ahora que estoy en el área de educación, pues muchos de ellos me llaman para coordinar eventos y compartir conocimientos. Lo mismo era en las clases, una conexión especial, inclusive con los profesores”, expresó Falú, al tiempo que tuvo palabras de elogio para algunos de esos docentes que le sirvieron de guía, como los doctores Iván Baigés y Paul Sundaram.
Los orgullosos portadores de sangre verde fundaron hace quince años, la empresa Self Learning Solution (SLS TECH), la primera institución en ofrecer educación continua en línea en la isla, que se ha convertido en el principal proveedor del Colegio de Ingenieros y Agrimensores de Puerto Rico, (CIAPR), del cual forman parte.
La compañía brinda asistencia a los profesionales en el cumplimiento de diversas regulaciones gubernamentales, en la gestión de proyectos, y diseño de maquinaria, entre otros. Igualmente, tiene exclusividad en el repaso en línea en español para la revalidación profesional de los ingenieros civiles. Uno de los componentes que han añadido es ampliar su oferta a personal de la enfermería, ejecutivos de la industria de seguros y farmacéuticos.
Todo este esfuerzo es símbolo del compromiso que ambos puertorriqueños tienen con el campo educativo y el de servicio. Por eso, coinciden en que los egresados de la principal Universidad pública del país siempre deben tener, como misión, ayudar a su alma mater y a Puerto Rico.
“En el tiempo que llevo viviendo acá en Estados Unidos, hemos creado un círculo colegial que jamás debe cerrarse y que podríamos imitar los graduados del RUM. Debemos plantearnos cómo devolverle al Colegio, todo aquello que nos regaló. Por ejemplo, aquí en Wisconsin, una de las cosas que me gusta es que, la mayor fanaticada de los equipos universitarios proviene de los exalumnos, no tanto los estudiantes. Asisten a los juegos y se visten de rojo, porque acá es el color por su insignia. Me gustaría que consideremos eso, que podamos continuar fomentando la tradición y respaldar a los nuestros, como a nosotros nos respaldaron”, manifestó Falú.
Figueroa coincidió con esa opinión, al asegurar que se deben unir esfuerzos en esa dirección.
“Todo el que se gradúa del Recinto, le tiene amor al Colegio, como uno dice, “sangre verde”. Comprendo eso, pero también muchas veces se puede ayudar un poquito más y tratar de hacerlo sin olvidarse de que un día fuimos estudiantes también y que hay alumnos que realmente lo necesitan. El respaldo no tiene que ser solamente económico, también pueden ir al salón de clases, contar sus anécdotas, ofrecer charlas y explicarles cómo se trabaja en la industria, tal vez eso puede encarrilar a uno o dos estudiantes. Se trata de dedicarles un poco de tiempo porque sabemos lo duro que es”, indicó.
El doctor Falú, de la clase de 1993 del Colegio, completó una maestría en Administración de Empresas, también del RUM en 1997, y en 2004, un doctorado en la Universidad de Wisconsin-Madison, con especialidad en Ingeniería Mecánica. Mientras, el doctor Figueroa, perteneciente a la clase colegial de 1996, realizó su doctorado en Edgewood College, y se graduó, igualmente, del programa maestría de la Universidad de Wisconsin-Madison. Ambos imparten cátedra en el Madison Area Technical College en la actualidad.
Al igual que una vez limaron asperezas como prepas y se convirtieron en amigos y colegas de por vida, los ingenieros resaltaron la relevancia de cultivar relaciones sólidas como parte de la experiencia al abrirse paso en las distintas disciplinas de las ciencias, ingeniería, agricultura, administración o humanidades.
“El balance es esencial: saber cuándo estudiar y cuándo disfrutar; no quedarse en los extremos. Le añadiría el tratar de conocer al que está al lado tuyo. En el negocio que tenemos y en la carrera de la ingeniería, hice muchas amistades que conservo al sol de hoy, tengo sus teléfonos, o los contacto por Facebook, sé dónde trabajan, así como ellos saben dónde encontrarme. La dinámica en el salón de clases se convirtió después en la misma en el ambiente profesional. Ese es mi consejo, no hacer todo solo y mantener esa red”, instó Falú.
Al igual que su socio, Figueroa también exhortó a tener un balance, estrechar lazos con compañeros, así como una buena disciplina para lograr las metas.
“Les recomiendo que estudien y que vivan al máximo la experiencia universitaria. Eso sí, que se gradúen. En mis años, disfruté muchísimo en Mayagüez igual que Ian, pero terminamos y siempre tuvimos buenas notas. Esa época la vas a recordar de por vida, tus mejores amigos van a surgir del Colegio. La educación que recibirán es buenísima, pero hay que trabajar duro”, afirmó.
Con alma deportiva
En su paso por el recinto mayagüezano de la Universidad de Puerto Rico (UPR), estos Tarzanes tuvieron una destacada participación como representantes de las insignias de su querida institución. Sus pasiones en el baloncesto y el atletismo, así como el esfuerzo y disciplina que les requirió el deporte, fueron clave en su desarrollo y éxito alcanzado.
“Fui integrante del equipo varsity de pista y campo desde 1993 hasta el 1995. Gané medalla de plata en la LAI y oro en las justas UPR en la competencia de tiro al martillo para orgullo del Colegio y de mi pueblo de Carolina”, recordó Figueroa.
“Para mí, el baloncesto fue una experiencia, no una carrera. Tuve la dicha de pertenecer al equipo campeón en el 1993. Jugué con Luis Allende, cuando entramos juntos en 1988, también con Erick y Samuel Rodríguez, que en paz descanse. Todos terminamos en el 1993. En la liga puertorriqueña, jugué con Eddie Casiano, Nelson Quiñones, Rubén Colón, Nelson Avilés y Alfredo Morales”, rememoró, por su parte Falú.