Un eterno colegial que enardece el espíritu con la música
Por Idem Osorio De Jesús (idem.osorio@uprm.edu)
Prensa RUM
viernes, 21 de junio de 2024
Su música ha sido el alma de cuarenta y tres ceremonias de graduación repletas de melodías a través del talento de sus manos. Sus acordes marcan el ritmo y la cadencia, llenan los silencios, acentúan los momentos icónicos y sublimes, imponen la formalidad protocolar, reviven memorias, y, al mismo tiempo, relajan, calman, contagian alegría, aceleran latidos, enardecen el espíritu de la sangre verde y tocan las más íntimas fibras de las emociones.
El pianista, organista y músico mayagüezano José Nelson Ramírez Nieva ha tenido al Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) o, como prefiere llamarle, el Colegio, muy arraigado en todos los renglones de su existencia. Ha sido la cuna de su formación personal, académica y musical, esta última rama artística y pasión a la que se ha dedicado de forma profesional y que le ha permitido amenizar el evento más emblemático de su alma mater, la colación de grados, por las pasadas cuatro décadas. La ceremonia de 2024 cobró un matiz diferente para el eterno colegial, ya que celebró 50 años de su graduación destacándose como embajador de la Clase de 1974, que apadrina a la nueva generación.
“Yo soy músico colegial. Nací en 1952, hijo de una profesora de esta institución en la que, mi papá también fue Registrador. Mis tres hijos estudiaron aquí, mi esposa y yo. El Colegio siempre ha sido parte de mi vida”, estableció como punto de partida.
Y es que el campus colegial, que ha sido prácticamente el patio de su casa siempre, se convirtió en el lugar favorito desde su infancia cuando lo visitaba acompañado de sus progenitores, Marina Nieva Soler, quien docente de Inglés y Latín, y Nelson Ramírez Ledesma, que ocupó los cargos de Registrador y administrador del entonces Centro Nuclear de Ingeniería. La admiración de ambos padres por la música y su conexión con la institución educativa fueron detonantes que definirían su futura vocación.
“Venía a muchas actividades del Colegio y siempre mostré un interés muy especial por la música. Como dato interesante, mi maestro y mentor fue don Celso Torres, por muchos años director de la Banda, de la Orquesta y del Coro del Colegio. Recuerdo que de pequeño mi mamá me traía a las matrículas para que él confirmara si mis manos eran lo suficientemente grandes para tocar piano. Finalmente, cuando tenía nueve años me miró las manos y le dijo ‘Marina, ya está listo, llévalo a mi casa’. Empecé a tomar clases con él y me guió por el camino. Irónicamente, en el 1981 comencé a tocar en la graduación que él tuvo a su cargo por muchos años. Esta es mi ceremonia número 43”, relató.
Luego de una niñez marcada por esa familiaridad con la Universidad, donde asistió a campamentos, a marchas de aniversario y festividades emblemáticas, el mayagüezano finalizó su escuela superior en la Academia de La Inmaculada y se fue a estudiar un verano en Berklee College of Music en Boston. Según contó, un imán muy poderoso lo regresó al oeste borincano a realizar su bachillerato en Administración de Empresas con concentración en Contabilidad en el que siempre atesora como el Colegio de Agricultura y Artes Mecánicas (CAAM).
A la par con sus estudios, continuó cultivando su talento y desarrollándose en el ámbito artístico amenizando las famosas jaranas, que eran los bailes de las fraternidades, entre otras actividades colegiales y eventos privados. El Recinto fue además el lugar donde forjó vínculos duraderos de amistad y cultivó raíces sentimentales vitalicias.
“Es emocionante estudiar aquí, la camaradería que existe es única. Todavía conservo grandes amistades. Académicamente, no es que sea fácil porque yo era fatal en ciencias, pero por lo menos en ese tiempo todavía don Celso era profesor en Banda y Orquesta y daba clases de teoría y apreciación musical, así que tomé todas las que había disponibles. Él fue mi mentor hasta los últimos años de su vida. Siempre me enseñaba y fue alguien bien especial”, recordó.
Los lazos que le unían a su centro de formación académica se consolidaron al compartir camino con su alma gemela, Lourdes Lugo Guzmán, un año menor y quien completó su bachillerato en Enfermería en la siguiente clase.
“Nunca me he arrepentido de haberme quedado, estudiado aquí y haber tenido la vida universitaria tan espectacular que tuvimos. Obviamente, tenía a quien ahora es mi esposa que nos hicimos novios antes de que llegáramos al Colegio. Cuando me gradué, yo trabajé en Estados Unidos con Sikorsky Aircraft, una compañía de helicópteros que llegó a entrevistar y reclutó a tres egresados del Colegio: un ingeniero mecánico, uno eléctrico y yo en Contabilidad. Estuve un año allá, pero regresé, nos casamos y seguí por acá”, recordó, quien también celebrará 50 años de matrimonio en 2025.
De su mentor, don Celso, también heredó una gran inclinación por el jazz, el que ha estudiado y pulido a lo largo de su trayectoria.
“Él me empezó a enseñar música clásica, pero se dio cuenta que eso no era lo mío, así que yo lo convencí de que me diera otro tipo de teoría y construcción de acordes. Mi vida cambió cuando me dijo que había tocado jazz en una banda del ejército en la Segunda Guerra Mundial. Comencé a aprender y por ahí yo siempre me tiraba. Es interesante porque es un género que me ha ayudado muchísimo en la graduación”, compartió sobre la posibilidad que le brinda de improvisar y de unir distintos ritmos y melodías para amenizar los largos desfiles de los actos de colación de grados.
En el inicio de su carrera se destacó como solista y en grupos locales como The Skylarks, The Latin Beats, The What’s, Peanuts Mini Band y Vibración Moderna. Más adelante, hizo lo propio con los conjuntos Mar del Sur, junto al violinista Nicky Aponte, y The Paradise Band, con la que produjo el álbum Imported from Paradise. Asimismo, ha acompañando a numerosos artistas puertorriqueños como Papo Agrait, Wilkins, Rafael José, Iris Chacón, Ednita Nazario, Miriam Pérez, Carlos Aponte, Pijuan y los Baby Boomer Boys; y ha sido el director musical del grupo Portolatino y de Wilson Ronda, con quien aún trabaja actualmente.
“Lo más que he hecho es en el jazz. Toqué en el Puerto Rico Heineken Jazzfest como artista invitado. El año pasado participé en un congreso de organistas en San Diego, California y sigo estudiando, esto no para. Tengo un maestro que se llama Tony Mónaco con quien me reúno por Zoom todos los martes, junto a otros organistas de Australia, Ucrania y Turquía. La música y tocar en el Colegio me ha llevado a diferentes sitios a través del mundo y eso es una satisfacción tremenda”, subrayó el también invitado a los Heineken Jazz Jam Sessions en Mayagüez y Ponce, donde tuvo intervenciones junto a estrellas internacionales como Dave Valentín, Giovanni Hidalgo, Pedro Guzmán, Humberto Ramírez, Amuni Nacer y Jorge Laboy, entre otros.
Su inclinación también lo llevó a conducir el programa radial El color del jazz, que se transmitió por años en varias emisoras como Radio Color, Estereotempo y Vid 90. Precisamente, en 2006 recibió el Premio Vid 90 FM por su aportación al género y participó como artista invitado del Mayagüez Jazz Fest junto a Paradise Band.
En la actualidad, participa activamente en varias jornadas culturales como el Porta Coeli Jam de San Germán y el Cabo Rojo Jam, que se celebran en esos municipios junto a renombrados artistas de la región. De la misma manera, colabora con músicos que se están iniciando en sus carreras, a quienes aspira a impactar como una manera de retribuir lo que alguna vez recibió de sus mentores.
“La música tiene una riqueza cultural grandísima, por lo que las personas que llevamos muchos años debemos ser la inspiración para estas generaciones y ayudarlos a echar hacia delante, a desarrollarse. A veces los muchachos jóvenes me llaman para que toque con ellos y yo voy simplemente por el paying forward, para compartir todos estos conocimientos que he adquirido a través de mi vida. Ellos lo agradecen un montón porque es la juventud unida a la experiencia, una fórmula muy interesante”, abundó.
Privilegiado de haberse dedicado a lo que alimenta su espíritu, le llena de satisfacción haber sido parte de la festividad más importante de su alma mater, en la que no lee partituras, ni ensaya, porque todo fluye de acuerdo con el momento que esté ocurriendo.
“Es necesario resaltar que para mí una de las actividades más importantes del año es la graduación del Colegio; sentir la emoción de cuando empieza el desfile de entrada de todos esos padres felices porque su hijos completaron el grado. Yo todavía me emociono en cada una. Muchos familiares e invitados vienen donde mí y me dicen: ‘es que tú le aportas algo tan maravilloso que es otra cosa’. No es porque yo esté, pero creo que es la mejor de Puerto Rico”, admitió.
Incluso, en muchas de ellas han desfilado allegados muy cercanos a su corazón, pero en cada una el sentimiento que lo invade es siempre el mismo.
“Recuerdo que leí un artículo de Frank Sinatra que decía que todos los músicos tenemos que emocionarnos cuando empezamos a tocar porque si perdemos esa chispa, extraviamos el amor por lo que estamos haciendo. Así que tener ese cosquilleo, sentir la adrenalina es muy especial”, afirmó, al tiempo que admitió que en su mente siempre está presente la música y muchas veces interrumpe su rutina diaria para sentarse frente a su instrumento a tocar.
En esta ocasión, aunque le tocó apadrinar la Clase 2024, no desfiló junto a sus colegas exalumnos, pues prefirió llenar ese momento especial con el don que recibió y que ha desarrollado con gran disciplina.
“Este año yo soy padrino y llevo la esclavina, pero tengo que tocar porque esa es mi función. No puedo dejar caer la graduación, para que cuando mis compañeros desfilen yo poder interpretar el himno del Colegio con mas ánimo”, expresó.
Uno de sus legados más grandes y que forjó junto a su esposa Lourdes, es el de sus tres hijos José Nelson, Juan Sebastián y Javier Eugenio, con quienes comparte el amor colegial y el musical. José Nelson, es egresado de Ciencias Agrícolas y director musical de su banda Conteo Regresivo. Además, junto a Jeannette Lugo son los padres de Camila Cristina y Fiore Bella, quienes complementan la familia Ramírez Lugo. Mientras, Juan Sebastián se graduó del Departamento de Biología en el RUM, completó su doctorado en Caltech y es catedrático asociado de Ciencias Naturales en la UPR Recinto de Río Piedras; y Javier Eugenio inició estudios en el RUM; completó su bachillerato en Northeastern University y se desempeña como asesor financiero de una firma de consultoría.
Cuando el maestro José Nelson no está sentado frente a su instrumento, ocupa su tiempo como presidente de Ramírez Agro Inc., finca en Añasco donde cultiva su amor por la agricultura. Según explicó, ese emprendimiento ha sido un lazo adicional que lo ha unido al alma mater, cuyos expertos en Ciencias Agrícolas lo han asesorado en la siembra los productos, entre estos plátanos, limas, penas y cacao.
Hoy, tras cinco décadas de graduado, innumerables memorias y anécdotas de estudiantes, profesores, rectores, decanos, presidentes y administradores, y 43 años de tocar en la graduación de su querido Colegio, agradece a Dios y a su familia por acompañarlo y apoyarlo en el trayecto.
“Estoy feliz de lo que he hecho, de los momentos que he podido compartir esa emoción con todas las personas que han escuchado mi música a través de la vida. Esa ha sido mi mayor satisfacción, lo que me hace recordar una anécdota de mi papá, que en paz descanse. Él no quería que yo me dedicara a ser músico porque pensaba que cuando yo estuviera tocando todo el mundo iba a estar disfrutando y lo que no imaginó es lo mucho que me llena a mí y que yo lo disfruto más que las personas que están escuchándome. Poder transmitir mi emoción a través de la música es súper especial”, puntualizó.