Cuenta su cuento en el Colegio
Por Ídem Osorio De Jesús (idem.osorio@upr.edu)
Prensa RUM
viernes, 17 de mayo de 2019
Con la convicción de que parte de las raíces más profundas en su vida son las que lo atan a su amado Colegio, el artista y escritor puertorriqueño Silverio Pérez compartió su más reciente creación literaria en el espacio que atesora como cuna de su conocimiento y sabiduría, el Recinto Universitario de Mayagüez (RUM).
El Anfiteatro Ramón Figueroa Chapel, escenario que tantas veces pisó como artista en su etapa estudiantil, lo acogió en esta ocasión para dar a conocer su decimotercer libro, Solo cuento con el cuento que te cuento, relato autobiográfico publicado en 2018 que ha llevado a varios senderos significativos en su patria. No obstante, era evidente la emoción de hacerlo en su alma mater, donde obtuvo su carrera, pero -más que nada- su formación, esa que es para siempre y que no necesariamente se enmarca en un diploma.
“Venir a presentar una memoria que está tan enraizada en mis vivencias en este Colegio, no tiene paralelo. Son tantos recuerdos, pero se podrían sintetizar en uno: la educación es transformadora. Yo no me puedo imaginar un futuro para Puerto Rico si no hay más jibaritos como yo que la vivan. Por eso me emociona tanto esta actividad, porque es recordarle al país que yo no sería quien soy sin esta experiencia universitaria y eso tenemos que defenderlo a capa y espada; promover la educación accesible a todo el mundo para que la gente pueda aspirar a la movilidad social que yo tuve”, reiteró a Prensa RUM el egresado de Ingeniería Química en el 1970.
Un público nutrido por estudiantes, profesores, empleados y personas de la comunidad, acudió al encuentro con el famoso humorista, conferenciante y motivador para ser testigos del histórico momento. La doctora Alexandra Morales Reyes, dio la bienvenida en nombre del Departamento de Estudios Hispánicos, entidad que dirige de forma interina y que auspició el evento en el Recinto.
Luego, el autor tomó la palabra para introducir a dos entrañables amigos responsables de presentar su libro en el campus mayagüezano: los catedráticos Efrén Rivera Ramos, de la Escuela de Derecho del Recinto de Río Piedras de la Universidad de Puerto Rico (UPR); y Mario Cancel Sepúlveda, del Programa de Historia de Ciencias Sociales en el RUM.
“A ambos los conozco muy bien y están íntimamente ligados a mi vida. Efrén fue mi compañero de estudios en el Colegio y compartimos muchas de las memorias que están plasmadas en el texto. Igualmente, Cancel Sepúlveda está muy vinculado conmigo desde que opté por abrazar el oficio de escribir. Para mí ha sido un mentor y una guía”, explicó Pérez sobre el historiador, quien prologó dos de sus escritos: Las tres tristes tribus (2004) y La vitrina rota, o ¿qué carajos pasó aquí? (2016). Además, han coincidido como profesor y estudiante en la maestría de Creación Literaria, que Silverio completó en la Universidad del Sagrado Corazón, y en el Doctorado en Historia que cursa en el Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
Rivera Ramos inició el evento, no sin antes agradecer a su estimado compañero de lucha y existencia por la encomienda de conversar sobre este relato en un espacio que los marcó.
“Silverio es uno de mis amigos más antiguos, que no es lo mismo decir que es el más viejo, y fue en esta institución donde le conocí para mediados de la década de 1960. Aquí nos involucramos en muchas actividades comunes, como activistas estudiantiles. Estas mismas tablas sirvieron de escenario para conciertos y presentaciones que, en su caso, fueron el preludio de una vida fructífera dedicada a estos menesteres, como bien da cuenta este libro que hoy nos ocupa. Por eso a ambos nos llena de emoción verdadera reencontrarnos en este lugar de tantos recuerdos y afectos”, aseveró.
En adelante, el catedrático de Derecho compartió su exhaustiva revisión al texto, que describió como uno muy bien escrito, armado con destreza y salpicado de pasajes hermosos.
“Su contenido está revestido de generosidad, profunda sencillez, seriedad, fina ironía y, por supuesto, humor. Su título provocador anuncia una cierta visión de la vida, la memoria y la narración. Al fin y al cabo, al llegar a esta etapa que autoriza a que nos llamen adultos mayores, eso que conocemos como vida se traduce en un conjunto de recuerdos amasados por la experiencia. Por quienes como Silverio pueden imprimirle una cierta coherencia mediante la palabra oral y escrita, esas memorias describen una identidad que se ha ido construyendo poco a poco”, agregó.
El jurista explicó que el texto es una magnífica herramienta para conocer más a su protagonista en todas sus facetas: desde el Yunior del Barrio Mamey en Guaynabo, hasta el Juglar que se desarrolló como músico, compositor, libretista, escritor y “hombre de talentos múltiples que ha dejado ya una impronta en el quehacer cultural de nuestro pueblo”.
En su búsqueda interna incesante, el autor va más allá de relatar hechos externos, entrelazados por las siete décadas que abarcan este cuento. El esfuerzo por forjar su identidad, se construye dentro del contexto que le ha tocado vivir. De ahí, que haga referencia a eventos históricos del país y del mundo que lo impactaron y que reflejan una conciencia nacional paralela.
“En las personas que lo hemos conocido, esta lectura tendrá un efecto particular. A medida que fui leyendo, identifiqué momentos y experiencias comunes, ya fuera porque estuvimos juntos o porque vivíamos en el mismo contexto. Algunas de esas instancias las mantenía vivas, otras no las recordaba y él me ayudó a rescatarlas. También descubrí cosas que desconocía y sentí que adquirí un nuevo amigo. Los que han venido a conocer al Silverio de los últimos años encontrarán motivos para entenderlo mejor a él, a su generación y al país sobre el que nos cuenta”, puntualizó.
Prosiguió el turno del profesor Cancel Sepúlveda, quien compartió con la audiencia un blurb, o breve escrito que “pretende convertir en objeto de deseo la obra que describe”, y que redactó a solicitud de Pérez para la reimpresión de este, su más reciente libro.
“Leer estas memorias es como repasar las escenas de la vida de un viejo amigo. En este caso, la amistad no tiene que ver con la cantidad de años acumulados, sino con la intensidad del afecto. Una de las virtudes de este libro es, que en sus páginas, la emocionalidad, la intuición, la reflexión y la racionalidad -entre otras muchas formas de saber del mundo- conviven como debe ser: en constante contradicción y pugna creativa”, plasmó como parte de la tarea asignada.
En adelante, ofreció un recuento de cómo se edificó la amistad con el autor, a quien le advirtió que leería y haría esta presentación solo por el placer de saborear cada palabra. Puso en perspectiva su visión como historiador, al enfrentar una autobiografía, género que se mueve entre lo individual y lo colectivo, y que permite aproximarse a la dialéctica entre la memoria y la historia.
“Es importante esa perspectiva de quien lo cuenta. Construir un sentido mediante una historia requiere destrezas que Silverio posee. La otra parte, la complicidad del lector, en este caso la mía, la ganó hace tiempo. Arrancaba desde momentos concretos cuando las emociones se atropellaban y tenía que tomar distancia del relato para recuperar la compostura. Esa sensación de extrañeza y aturdimiento solo me había invadido en pocas ocasiones, una vez siendo adolescente cuando leía el diálogo de Sancho con el Quijote en el lecho de muerte de Alonso Quijano, y, como adulto joven, al cotejar algunos documentos de la vida de Albizu Campos”, recordó.
Cancel Sepúlveda repasó algunas de esas instancias en las que sintió una serie de pulsiones, o impulsos de la intuición, que provocaron sentimientos encontrados y momentos de meditación profunda. Algunas de esas estampas estaban íntimamente atadas a paralelismos entre los padres y la niñez de ambos. Igualmente, destacó eventos de la historiografía borinqueña que se resaltan en Solo cuento con el cuento que te cuento.
“A Silverio le digo dos cosas: primero, gracias por la amistad. Los amigos son como una página sobre la cual siempre puedes escribir y leer. Uno los escoge arbitrariamente y de manera egoísta, los conserva del mismo modo, y los defiende con la ferocidad que despierta un peligro, me ayudan a ubicarme en el mundo, a ser parte de una historia. Segundo: sigue escribiendo. El escritor es un intérprete, un ser que teoriza, ante el fin de los sueños inventa una frágil estructura en la que habita y esa fragilidad es todo lo que posee”, precisó.
Con los sentimientos a flor de piel, el homenajeado agradeció a sus amigos sus emotivas palabras e interpretaciones de su obra. Aprovechó el momento para leer un fragmento de su libro en el que también resalta a otro gran camarada colegial que estuvo presente en la audiencia.
El jocoso relato ocurrió al inicio de su carrera universitaria cuando trató de obtener una beca por atletismo en el Colegio, que se vio tronchada gracias a un esbelto y fuerte competidor llamado Wilfredo Maisonave Oriol, quien lo superó, por mucho, en la prueba de salto a lo largo. Demás está decir, que el profesor le recomendó a Pérez buscar su suerte en otro departamento, consejo que siguió y lo llevó, por fortuna, hasta el coro.
Maisonave Oriol, destacado profesor, entrenador, exalumno y exatleta colegial, con una brillante carrera como gloria del deporte puertorriqueño, se levantó conmocionado para fundirse en un abrazo con el autor, lo que provocó un momento mágico.
“En el deporte, ser decadista significa que en todas las facetas se sobresale y se es bueno. Creo que si hay una persona completa en Puerto Rico, que se destaca y es excelente en muchas áreas, se llama Silverio Pérez. Te he seguido siempre, de lejos, pero muy presente y agradezco esa deferencia que has tenido de mencionarme en tu libro. Los colegiales y los puertorriqueños te amamos un montón”, le aseguró el famoso “Maiso”.
En la parte final, el escritor contestó preguntas del público, y desató risas y suspiros al hacer relatos de sus padres, de sus hijos y de su experiencia universitaria cuando salió del Barrio Mamey. A la generación joven, le recomendó siempre buscar y seguir su pasión, a pesar de los retos, para aspirar a la excelencia como ser humano.
“Esta noche la dedicaré a cerrar los ojos y a vivir esta experiencia como una de las más hermosas en mi vida. El Colegio, una vez entra en uno, no sale”, puntualizó.