Una ingeniera que rompió las barreras del silencio
Por Rebecca Carrero Figueroa (rebecca.carrero@upr.edu)
Prensa RUM
viernes, 14 de junio de 2019
Bien lo dice su nombre, Desireé Rodríguez Zeno es activa, dinámica, firme y sobre todo, valiente. Venció los escollos que enfrentan las personas sordas, con su determinación, la misma que le guío para completar hoy su bachillerato en Ingeniería de Computadoras del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR).
La joven fue una de las integrantes de la clase graduada del Colegio de Ingeniería, que en esta centésima sexta colación de grados confirió un total de 441 nuevos bachilleratos en sus siete disciplinas académicas.
Según conversó con Prensa RUM, su interés por el campo de la ingeniería le vino desde muy temprano, ya que desde pequeña le atraía todo lo relacionado con la construcción y las matemáticas. Esa combinación entre creatividad y diseño fue lo que le atrajo del programa que completó en la centésima sexta colación de grados del RUM.
“Quería ser científica, sin embargo, aprendí que estos expertos tienen que hacer muchos informes y por eso pensé en la ingeniería. Comencé a aprender un poco más acerca de lo que es el software, el hardware, la programación, la robótica y muchos otros campos y esto me fascinó”, sostuvo la joven oriunda de Arecibo y proveniente de Bayamón.
Además de su talento natural, Desireé reconoce que su mayor inspiración es su madre, Rosana Zeno Vélez, de quien aprendió a ser perseverante.
“Mi mamá siempre creyó en mí y aun cuando otros dudaban de que yo, como persona sorda pudiera hacer algo, ella nunca lo hizo. Siempre tuvo una visión para mí y me quito el sombrero ante ella porque siempre peleó para que se me facilitaran los servicios de un intérprete y un anotador”, sostuvo.
De esta manera, persistió hasta llegar al Colegio donde se enfrentó con otros desafíos que le llevaron a ser creativa e ingeniárselas para continuar hacia adelante.
“Primero la lectura; segundo, el acceso a un intérprete. En cuanto a la lectura, el idioma que utilizo es el lenguaje de señas, que es visual. Sin embargo, en español se utilizan ciertos verbos, otras construcciones dentro de la gramática que se me hacía difícil entender. El lenguaje de señas es mejor para hacer historias, pero cuando se transfiere a un campo académico es bastante complicado porque no tiene todos los elementos. Yo tenía que sentarme con mi intérprete y pensar en el vocabulario y cómo buscar señas que pudiéramos utilizar que reflejaran ese vocabulario en español”, aseguró la joven.
Por otra parte, identifica como un inconveniente para quienes tienen una diversidad funcional auditiva, el acceso a un intérprete que domine más allá de las señas básicas. En este aspecto, añadió que por la complejidad de su campo de estudio, esta fue mayor por lo que insistió en que es necesario que tengan igual acceso a la información.
“Los sordos requieren intérpretes profesionales que sepan lo que están haciendo. A veces, son un poco más costosos, sin embargo, se necesita ese tipo de servicio para que se respeten las necesidades del estudiante sordo. Por ejemplo, mis cursos eran clases avanzadas por lo que cualquier estudiante no estaba apto para interpretarlas. Para mí, la historia era muy diferente. Yo tenía que ir a la clase, sentarme con el intérprete para establecer las señas y,a veces, con el profesor para asegurarme de que había entendido el material”, precisó.
De hecho, a su llegada al Colegio, tanto personal no docente como integrantes de la Facultad de Ingeniería aprendieron algunas señas básicas para poder comunicarse con Desireé.
“Recuerdo que cuando llegué, me impresionó ver a uno de los Decanos que comenzó a hacer señas para comunicarse conmigo. Me dejó anonadada al ver que esta persona que me acababa de conocer supiera algunas señas, de verdad que yo estaba fuera de mí. En otros Colegios y universidades que había visitado, esto no había ocurrido. Vi el interés, también de la Guardia Universitaria, de las diferentes asociaciones, y de los estudiantes y fue algo que definitivamente me ayudó y que agradezco mucho”, declaró.
Además de sus estudios, la ahora graduada, se integró a varias organizaciones estudiantiles, entre ellas, la Asociación Universitaria de Lenguaje de Señas (AULS).
“Fue grandioso ver cómo, estudiantes de diferentes disciplinas, de química, ingeniería, todos estaban muy interesados en aprender el lenguaje de señas. También, poder ayudarles en sus metas. Asimismo, fue algo social, fuimos a fiestas juntos y esto les permitió sentirse más cómodos con el idioma. ¡Los quiero a todos!”, puntualizó.
Así lo constató Sandra Zapata Torres, oficial de Asuntos Estudiantiles en el Departamento de Química y consejera de la AULS.
“Cincuenta profesores y empleados de la Facultad de Ingeniería se adiestraron en el lenguaje de señas y podían entenderla. Recuerdo que una vez me dijo que sus primeros amigos oyentes los hizo en el RUM”, sostuvo Zapata Torres, al tiempo que agregó que las atenciones para con ella incluyeron la interpretación hasta en las asambleas estudiantiles.
Por otro lado, una de esas personas que distingue de su paso por el Colegio es su compañero del curso final de diseño (Capstone), Anderson Román, quien no tomó en cuenta la dificultad que podía representar trabajar con Desireé el proyecto final de su carrera como ingenieros.
“Tengo que agradecerle a Anderson, porque él me vio simplemente como otra estudiante, como un ser humano; no se fijó en ninguna limitación y el trabajo que hicimos fue muy fluido. No tuve esa actitud de ‘ay bendito, ella necesita más ayuda’; no, eso sí, a veces necesitaba más tiempo para leer y a veces, necesitaba hablar con ellos para asegurarme de que la información era la correcta. Anderson siempre me vio de esa manera. Él entendió que tenía ciertas necesidades y también luchó para que tuviéramos un intérprete calificado para la presentación de ese proyecto”, recalcó.
Para Anderson, el hecho de ser oyente no representó un obstáculo comunicativo entre ellos. El también ingeniero de computadoras manifestó que su primer acercamiento fue para preguntarle algunas señas y terminaron hablando sobre lenguajes de programación y temas similares.
“En realidad, nunca consideré que hubiese una barrera, ni desde la primera vez que hablé con ella. Sin embargo, para asegurarme de que pudiésemos trabajar un poco más eficiententemente durante el semestre, aún en la ausencia de un intérprete, tomé el curso de lenguaje de señas básico”, señaló Román.
En cuanto a sus planes futuros, la ingeniera indicó que le gustaría completar una maestría dentro de la disciplina, aunque no se decide por algún área en específico. En lo que sí enfatizó fue en que siempre tiene en mente los servicios que puede proveer en su campo tanto a las comunidades sordas y oyentes. Por lo pronto, desea ganar experiencia profesional y comenzará a trabajar para Accenture en Austin, Texas. Esta oportunidad laboral la consiguió en una de las Ferias de Empleo del RUM.
“Gracias a la Feria hice un internado con la compañía Borea, con quienes hice mi proyecto de Capstone. Sin la ayuda de ellos hubiese sido un reto mayor. Sin embargo, ellos estuvieron conmigo durante el proceso de la creación del sitio web, el diseño, la producción, el desarrollo y también me asignaron diferentes proyectos para prepararme. Más tarde llegó la oportunidad de Accenture, también por la Feria. Ellos ya tenían una persona sorda trabajando con ellos y me hablaron acerca de la experiencia magnífica que habían tenido con este empleado sordo. Entonces les di mi resumé, esperé un tiempo en lo que se comunicaban conmigo, vine a la entrevista. Ellos arreglaron todo, proveyeron un intérprete cualificado para las entrevistas y acepté su oferta de empleo”, manifestó.
Su gesta formó parte de las historias de éxito que destacó en su mensaje de graduación, la profesora Wilma L. Santiago Gabrielini, rectora interina del RUM.
“Sin lugar a dudas, Desireé es un ejemplo de superación al romper las barreras del silencio. Ella ejemplifica los más altos valores que distinguen a un egresado de esta institución. Su historia abrió nuevos caminos para que otros también vayan tras sus sueños. Y a nosotros, nos legó la empatía necesaria para completar esta travesía colegial”, subrayó la Rectora.
“¿Qué te llevas del Colegio?”, quisimos saber.
“La sangre verde. La llevo conmigo, definitivamente. Aquí en el Colegio no he aprendido de manera académica, sino los fundamentos de lo que es esa trayectoria nueva en mi vida. A pesar de los retos, estoy muy agradecida del Colegio, del personal docente y no docente, de quienes han estado ahí. Como dice el lema: ‘Antes, ahora y siempre… ¡Colegio!’ ”.