Ingeniero egresado del RUM acepta el llamado espiritual
Por Javier Valentín Feliciano (javier.valentin@upr.edu)
Prensa RUM
viernes, 10 de septiembre de 2021
El ingeniero Irving Aneudi Lazú Rosado recibió el diploma que le confirió el grado de bachillerato en Ingeniería de Computadoras con una segunda concentración en Matemáticas Aplicadas en la centésima octava colación de grados del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM) de la Universidad de Puerto Rico (UPR), el pasado verano. En lugar de unirse a la fuerza laboral de cualquier empresa tecnológica o de computación, decidió encaminar su futuro hacia el sacerdocio.
Fue el propio colegial, quien publicó una foto de su birrete en las principales redes sociales, en el que reveló su aspiración, lo que propició una cantidad infinita de comentarios y vistas nunca antes registradas. Fue invitado a diversos medios para hablar sobre el nuevo propósito que lo guiará. Nadie imaginó que esta imagen tuviera tanta acogida, en una fecha emblemática como es la graduación. Prensa RUM conversó con Irving acerca de sus inicios como colegial, el ámbito familiar en el que creció en el pueblo de Rincón y las motivaciones que lo encaminaron hacia esa vocación.
Cuando en las redes virtuales se publica la foto de tu birrete, tuvo muchos comentarios y muchos likes. Tú mismo los contestaste. ¿Qué te decían las personas? ¿Cuáles fueron aquellos que más te impresionaron?
Me felicitaron y me dijeron que iban a estar orando por mí. Incluso, me escribió una familia de Naranjito, donde ubica el seminario al que pronto ingresaré y hasta me invitaron a compartir con ellos. Me desearon mucho éxito, ya que ellos también tienen un hijo sacerdote, así que conocen el proceso. Fue un momento impactante para mí, porque yo no he salido mucho del área oeste. Soy de Rincón, así que ese apoyo me calmó un poco, en especial a mi familia, que estaba un poco nerviosa ahora que me voy de casa; ha sido una bendición grandísima.
Cuando estabas cursando la escuela superior, ¿qué te motivó solicitar al Colegio?
Desde chiquito, quería ser ingeniero. Me decidí por Ingeniería en Computadoras porque soy bien fanático de los videojuegos y del mundo tecnológico, así que cuando solicité ingreso al Colegio, incliné por esta disciplina y también Ingeniería de Software. Fui aceptado en Computadoras, y luego, durante mis años de bachillerato, hubo un cambio en mí que, en vez de irme por software, para hacer videojuegos, me encaminé por el hardware, que es la parte física de la computadora, así que tuve ese cambio dramático. Después de estar tantos años diciendo que quería cierta especialidad, al final decidí cambiar, porque me llamaba más la atención y me llenaba más.
¿Quiénes fueron tus profesores mentores en el Colegio?
Entre los profesores destacados que pueda mencionar, está el doctor Bienvenido Vélez Rivera, que me ayudó muchísimo en el área de computación. De hecho, él me invitó a formar parte de los mentores del Laboratorio de Programación Avanzada y estuve muchos años trabajando con él. Otro que puedo mencionar es el doctor Omell Pagán Parés, quien me sirvió muchísimo de apoyo. Fue una bendición contar con él. También, está la doctora Milagritos González, que me acogió como uno de sus tutores en el Centro de Aprendizaje y Éxito, conocido como RUMbo EX, estuve trabajando allí por casi cinco años como tutor de matemáticas y programación. Esos profesores de verdad marcaron mi vida universitaria de una manera especial.
Mientras tomabas cursos retantes, trabajabas a tiempo parcial, además de tu labor eclesiástica, ¿cómo logras graduarte Magna Cum Laude?
Algunos de mis compañeros dirán que yo no estudiaba, pero soy del tipo de estudiantes que de la primera capta casi todo, con repasar una que otra vez era más que suficiente. Sí había una que otra vez en donde no salía la jugada, pero nunca me dejé llevar por esas situaciones, sino que me enfocaba para salir mejor en la próxima ocasión. Me esforzaba para hacerlo excelente y siempre era sacar del poquito tiempo que tenía libre entre una cosa y otra, para estudiar y aprovechar mi vida universitaria. De hecho, en algunos retiros que iba a tocar guitarra como parte de la parroquia y de otros lugares que nos llamaban, llevaba mis libretas y mis libros. Me sentaba a estudiar allí, mientras comía o repartían la merienda. Estudiaba mientras esperaba a que continuara el retiro, y así fue mi vida dentro de la Universidad.
¿Qué le recomendarías a aquellos prepas que están de nuevo ingreso?
Primero que nada, que no se quiten, que la vida universitaria puede parecer imposible, pero realmente no lo es. Se van a encontrar con retos y dificultades, y hasta se van a querer dar de baja. Yo también quise hacerlo, estuve a punto de darme de baja en algunas clases que me parecieron demasiado retantes, pero nunca me rendí. De hecho, nunca me colgué en ninguna de mis clases, porque yo sabía que podía, y si no pasaba la clase, pues al menos aprendí un conocimiento nuevo. La cuestión no es aprobarlos de primera o tener las mejores calificaciones, es aprender. Siempre y cuando uno aprende, uno no está echando para atrás, aunque la nota diga lo contrario, porque los cursos siempre se pueden repetir, así que les recomiendo que continúen y que perseveren, porque estudiar una disciplina que no les gusta, después les será bien difícil ser felices en la vida.
¿Qué labor hiciste por muchos años en RUMbo EX?
Atendí estudiantes de todos los años universitarios, desde primer año hasta que llevaban más tiempo en la Universidad que yo. Simplemente, era confortarlos, ayudarlos en las áreas en que estuviesen perdidos en los campos de matemáticas y programación, pero sobre todo, animarlos a que siguieran, que no se quitaran, que podían con las clases, y muchos de ellos siguieron sus metas, pasaron las clases y después nos agradecían. Fue impresionante ver el fruto de nuestro trabajo.
Ahora hablemos sobre tu familia. ¿Eres primera generación universitaria en tu familia?
No. Mis papás ambos fueron a la universidad. Mi papá estudió en la Universidad Politécnica, mi mamá en la Universidad Interamericana. Ella estuvo primero en el Colegio y después se trasladó a la Inter. Así que no fui primera generación de universitario, pero sí de los primeros en graduarse de Ingeniería. Mi papá estudió Ingeniería, pero no pudo terminar su carrera. Aquellos tiempos eran difíciles a nivel económico. Soy el primer ingeniero graduado de la familia. Mi madre es maestra de tercer grado y enseña diversas materias a nivel elemental. Mi papá se llama Irving Lazú Amáez, igual que yo, y mi mamá es Lilian Rosado Noriega. Por fortuna, ambos están vivos. Mi papá se encuentra trabajando en una empresa privada en el oeste. Tengo una hermana menor, Valeria Lazú Rosado, estudia en la UPR. Soy tres años mayor.
¿Cómo reaccionaron cuando le comunicaste tu decisión por el sacerdocio?
Mi hermana lo sospechaba, ella fue la primera en enterarse oficialmente, y ha sido un pilar de apoyo, porque me ayudó a afirmar esta decisión y contárselo a mis papás. Mi papá labora también en la Parroquia Santa Rosa de Lima en Rincón, donde persevero. Mis papás, cuando se enteraron, se alegraron mucho. Lo recibieron con mucho amor. Ellos siempre me han apoyado en todo lo que me he propuesto, siempre y cuando sea una decisión que sea sana, para edificación mía y para bien de mi futuro. En todo momento me han apoyado, y con esta decisión no fue diferente. También siempre han sido unos pilares en este cambio en mi vida.
¿Perteneciste a alguna asociación?
Formé parte de los estudiantes orientadores de Ingeniería Eléctrica y de Computadoras. También, estuve con los mentores del Laboratorio de Programación Avanzada, formé parte del equipo de programación de Alpha Astrum, que son los que trabajaron con el cohete de la NASA.
¿Qué recuerdo te llevas del Colegio?
Aparte de las lluvias torrenciales de todos los días, me llevo todo el cariño y aprecio de los profesores que me vieron crecer durante mis años en el Colegio. Por si fuera poco, me llevo todo el aprecio de los estudiantes a quienes les di tutorías, que fue realmente una experiencia inolvidable. Nunca olvidaré las amistades que hice, ni las experiencias que tuve como universitario.
¿Por qué decidiste convertirte en sacerdote?
Al principio yo no pensaba convertirme en sacerdote, mientras estudiaba en la Universidad. Incluso, nunca quise ser monaguillo. Yo fui todo lo contrario, pero durante mi segundo año universitario, es cuando empezaron a ocurrir ciertas coincidencias, que señalaban que yo debía entrar al seminario. Empecé a perseguir esa inquietud que tenía, y voy en esa ruta.
¿Hubo algún momento decisivo que te hizo tomar esa decisión?
Sí. Fue durante una misa en mi segundo año de Universidad, cuando en el momento de la consagración, sentí que mi vista se nubló, ya no pude seguir rechazando ese llamado y decido darle la oportunidad. Hasta me da escalofríos contarlo. Después, comencé a asistir a talleres vocacionales, conseguí un director espiritual y fui adentrándome en este proceso de dirección espiritual hasta ahora que ya soy candidato a entrar al seminario.
¿Qué te dijeron tus amistades cuando se enteraron?
Algunos de ellos no lo podían creer porque yo soy medio reservado, otros ya se lo esperaban. Sin embargo, otros lo tomaron de manera positiva, fueron muy respetuosos y lo recibieron con mucho amor y cariño. Hasta me han respaldado en este proceso.
¿Qué actividades realizabas en tu congregación? ¿Cómo te integraste?
Comencé como parte de los coros musicales, con mi abuelo materno, Juan “Tite” Rosado Vargas, quien dirigía el coro de la capilla ubicada en playa Córcega, en aquel entonces. Luego, pasé a formar parte del ministerio de música juvenil, dando temas, cantando o simplemente compartiendo con los demás jóvenes de la parroquia. Siempre estuve relacionado en ese ambiente musical y pertenecí al grupo Ungidos por Jesús. Ya más de adulto, me he adentrado en ayudar durante la liturgia, asistir a los sacerdotes en sus necesidades, poco a poco he ido cambiando en cómo mejor sirvo en la iglesia.
Entonces, una vez comunicas tu decisión a la iglesia, ¿quiénes han sido tus mentores en ese momento?
Inicialmente fue padre José Gustavo Torres Vega, que es el administrador de la parroquia. Luego tomé como director espiritual al padre Wilson Montes de Cabo Rojo. Me ha ayudado con sus consejos, a ver cosas que ni yo mismo sabía de mí y ha sido un proceso de mucho amor.
El ingeniero de computadoras reiteró su aspiración de animar a otras personas a aceptar ese llamado por una vocación especial, y a que persigan siempre sus sueños.