Poeta, profesora y científica colegial celebra 50 años de su graduación
Por Javier Valentín Feliciano (javier.valentin@upr.edu)
Prensa RUM
viernes, 14 de agosto de 2020
La doctora Carmen Amaralis Vega Olivencia, catedrática del Departamento de Química, del Recinto Universitario de Mayagüez (RUM), de la Universidad de Puerto Rico (UPR), ha festejado muchos logros a lo largo de su trayectoria personal, sin embargo, uno de sus momentos más memorables para esta científica ha sido formar parte de la cría colegial. Hace cinco décadas desfiló en su graduación para recoger el diploma que certificó su dedicación con altos honores, dispuesta a continuar por un camino repleto de sueños. Además de su reconocida dedicación por el campo de las ciencias, también la acompaña su amor por la poesía y el mundo literario. Precisamente, cuenta con nueve libros publicados. Esta entrevista reconoce la trayectoria de esta insigne mayagüezana, ya que nació y estudió en su querido Colegio, lugar que, a la simple mención, sus ojos se les llenan de lágrimas.
Este año 2020, usted celebra 50 años de haberse graduado del RUM, ¿cómo ha sido esa experiencia?
Se dice fácil 50 años, es decir medio siglo, pero la verdad es que es todavía es muy poco, porque mi historia colegial se remonta a 1948. Hace 72 años de mi historia colegial porque mi papá y mi mamá trabajaban en el RUM. Mami era cajera en la cafetería del Centro de Estudiantes, la misma se encontraba donde ahora está Musa (Museo de Arte del RUM). Mi mamá se casó con mi papá, que también trabajaba en el Recinto. Cuando sale embarazada de mí, la enfermera del Departamento Servicios Médicos me escogió mi segundo nombre. Carmen se llamaba mi mamá y la enfermera le dijo a ella que me pusiera Amarilis, pero mi papá no entendió bien y me inscribió como Carmen Amaralis. Crecí al lado de unos padres colegiales, amando el Colegio. Luego, inicié estudios en el Colegio de La Milagrosa desde los grados primarios hasta la escuela superior, ahí surgió mi devoción cristiana, donde me gradué con altos honores y obtuve cuatro puntos. Me llegó una carta de felicitación del College Board porque una de sus discípulas del plantel había obtenido una de las puntuaciones más altas de todo Puerto Rico y esa era yo. Me hicieron una tremenda fiesta, fue un grandioso honor. Me gradué de cuarto año y entré al RUM con matrícula de honor, a la misma vez, tenía derecho a la exención de matrícula porque mi papá trabajaba aquí. Él trabajó aquí 44 años, que es toda una vida desde los 18 años hasta los 62. Ocupó diversos puestos, pero como no tenía estudios superiores, no pudo ascender a posiciones altas. No obstante, fue la mano derecha del vicerrector Luis Stefani Rafucci. Era su amigo, chofer, confidente , por tanto en mi casa el Colegio de Mayagüez era nuestra vida, tanto de mi papá, como mi mamá y el mío. Mi hermana Alice Vega Olivencia se graduó en el Departamento de Biología, además de realizar estudios en el Centro Nuclear.
¿Cómo fueron sus inicios y su infancia?
Residí en varias viviendas, primero fue en la barriada de El Seco, en Mayagüez, donde mi abuela tenía un comercio, en la calle Concordia, al lado de la Panadería Perdomo. Ese fue mi barrio desde pequeña. Luego, me mudé a la recién inaugurada urbanización Mayagüez Terrace, luego en la calle Simón Carlo. Y ahora en la urbanización San José, en donde resido hace 46 años.
¿Cómo fue su experiencia cuando formó parte de la agrupación colegial ARS NOVA?
En ese grupo tuve como compañero al artista Silverio Pérez, él estudió Ingeniería Química y yo Química, tomamos dos clases juntos. Formaron parte del colectivo Luisito Monzón, las hermanas Casanova, que eran mis amigas, porque siempre estábamos reunidos y de ahí, surgió el conjunto que tuvo mucho auge. Cantamos en la plaza Almirante Cristóbal Colón, en el Centro de Estudiantes, nos invitaban a otras universidades y así recorrimos el país. Me gusta cantar y lo hago muy bien, sin falsas modestias, porque toda mi vida estuve en el coro del Colegio La Milagrosa, luego en el coro del RUM durante seis años, los cuatro del bachillerato y los dos de la maestría, todos bajo la dirección del profesor Celso Torres. Además, grabamos un disco con la canción Amanece, dedicado al ya fallecido exgobernador, don Luis A. Ferré y le llevamos una serenata a su esposa Lorencita Ramírez de Arellano Bartoli, en su hogar de la ciudad de Ponce.
¿Por qué eligió estudiar un bachillerato en Química?
Recuerdo que la profesora Doris Pérez me decía que estudiara Biología porque era muy buena en la materia, nadie sacaba 100 en los exámenes de los huesos, pero a mí no me parecía tan interesante. La profesora Lucy Calcaño me sugirió que me cambiara Matemáticas, hasta me invitó a su boda porque fui muy buena alumna en Cálculo 1. La Física estudia lo físico, la Biología lo biológico, pero con la Química fue distinto, porque es la ciencia central, lo explica todo desde el desarrollo del mundo, la evolución de los enlaces moleculares, la vida misma. La estudié con pasión. Me gusta todo, especialmente la literatura y la música.
¿Cómo empezó esa combinación de su amor por las ciencias y con la literatura?
Desde muy pequeña siempre fui una lectora insaciable. Yo me encerraba con pestillo en la habitación para leer sin que me molestaran. Desde niña mis tíos me regalaban libros como el El Quijote, la colección completa de Gustavo Adolfo Becker con su magistral Rimas y leyendas, por lo que siempre tuve pasión por la lectura. Para mí escribir un poema no es un trabajo, sino un placer. Todos los días escribo algo y participo como en seis foros internacionales. El primer libro lo publiqué para el 1992 a recomendación de la editorial Escarcha Azul que vino a una Feria del Libro, evento que organizo, bajo el auspicio del Municipio de Mayagüez y también los congresos de creación femenina que ayudaba a la doctora Loreina Santos Silva, quien enseñaba en el Departamento de Estudios Hispánicos. Mi primer libro surgió porque una directora de una editorial tuvo acceso a mis poemas en papeles y me dijo que eran buenos y que tenía la obligación de publicarlos. Comencé a escribir poesía, mientras estudiaba el sexto grado en el Colegio La Milagrosa, ya que tenía una maestra española que era buenísima enseñando. Mi primer libro se titula Caricaturas de mi alma porque cubre un espectro completo de mis vivencias. Llevo alrededor de nueve libros publicados.
Cuándo estudiaba aquí en Mayagüez, ¿cuáles eran los lugares importantes para compartir?
No había muchos lugares donde ir, pero nosotros como buenos jóvenes nos las ingeniábamos y asistíamos a los bailes que organizaban en el gimnasio del Colegio. Organizaban dos bailes al año, uno al principio y otro al final del semestre. Cuando acababan esos bailes como a la 1:00 de la mañana, nos trasladábamos a la bahía de Mayagüez. Allí nos quedábamos hasta dos o tres horas más cantando. Todo era dentro de un ambiente sano, había respeto, los muchachos no se propasaron en ningún momento con ninguna de nosotras y luego al terminar cada cual se iba para su casa o su hospedaje.
¿Qué profesores recuerdan que la hayan marcado como mentores?
Todos los que tuve, fueron magníficos profesores. La profesora Miriam Vargas, el doctor Fred Soltero Harrington, en Química, que fue luego Rector; la profesora Lucy Calcaño, un profesor de origen alemán que ofrecía el curso de Ecuaciones Diferenciales, las doctoras Loreina Santos Silva y María M. Solá, excelentes profesoras de Español. También, el doctor Ortiz, de Física, que me dio la clase básica y en maestría la de Física Cuántica, ese curso fue tan bueno que me llevé las notas y cuando fui a hacer el grado de Doctorado en Química Física en la Universidad de Gainesville, el curso que cogí de Química Cuántica fue fácil comparado con el que él nos dio, por lo que obtuve una nota excelente, simplemente por recordar lo que había aprendido en Mayagüez. Llevé una base sólida al Doctorado. Llegué a Estados Unidos en el año 1972, éramos 21 estudiantes, empezamos el doctorado en Química Física y al año solo quedamos 10 que habíamos aguantado la rigurosidad de estos cursos. De esos 10, yo fui la primera mujer en graduarse. Yo me quería graduar rápido para regresar a Puerto Rico, porque mi mente estaba en Gainesville, pero mi corazón estaba acá, ya que aquí nací y viví. Soy mayagüezana y colegial de nacimiento.
Descríbame cómo fue ese día de la graduación en el año 1970.
La graduación se celebró en el estacionamiento, detrás de la Biblioteca General. Del Departamento de Química nos graduamos 11 estudiantes y vino el Presidente de la Universidad de Puerto Rico, don Jaime Benítez a acompañar al rector José Enrique Arrarás para entregar los diplomas. Como yo cantaba en el Coro y era una de las voces soprano que Celso necesitaba y me dijo: “Carmen te necesito en el Coro”. Yo no desfilé como los demás estudiantes, sino que ya me encontraba de pie en la plataforma para cantar, éramos 100 voces. Yo no sabía que me habían otorgado el premio Antoine Lavoisier, porque ese momento lo anunciaban en la misma graduación. Cuando comenzaron a entregar medallas, desde el escenario me llamaron para otorgarme el premio de Química, pero no escuché y me seguían llamando, hasta que el director Celso Torres lo escuchó. Él me avisó, me fui deprisa a recoger mi medalla. Recuerdo las cámaras de televisión que estaban filmando la graduación. El momento en que el rector Arrarás, me entregó la medalla hay fotos e imágenes. Para ese entonces, no eran medallitas de plástico, sino que eran medallas de 14 quilates bien pesadas y grabadas con tu nombre impreso, que aun la conservo, la he guardado por cincuenta años.
¿Qué representó para usted estudiar en el Colegio de Mayagüez?
El Colegio para mí no es un lugar de trabajo, el Colegio es mi vida. Nací allí, mis padres trabajaron allí, me gradué con honores, el doctor Fred Soltero Hamilton, una vez terminada la maestría, me dijo: “Carmen si consideras realizar el grado de Doctorado, te consigo una beca”. De inmediato, llamó a la Compañía de Fomento Económico (CFE) desde su oficina, habló con el director que era su amigo personal y le comunicó: “Tengo una muchachita, que queremos mandar a hacer el doctorado, ¿Cómo la podemos ayudar?”. Recuerda que, para ese entonces, yo era una muchachita que pesaba 90 libras, porque soy alta, pero era bien delgada. Y le respondió: “Envíamela para hacerle una entrevista”. Nunca antes había tomado una línea pública, tampoco había estado en San Juan. Me monté sola al día siguiente a las 4:00 de la mañana, para estar a tiempo en una entrevista a las 8:00 de la mañana en las oficinas de la CFE en la Milla de Oro, en Hato Rey. Allá me recibieron, la entrevista fue en inglés y me defendí como pude. Me concedieron una beca onerosa que me subsidió los tres años y tres meses que estuve en la Universidad de Florida, Gainesville. Así que al Colegio le debo mi educación, mi preparación y mi formación. Fui la primera mujer en completar un Doctorado en Química Física, pues en aquella institución, no había ni siquiera profesoras, eran todos hombres. Tuve que soportar bastantes molestias, por parte de algunos profesores que no se acostumbraban a tener una mujer en su sala de clases. Recuerdo que uno me tuvo que pedir excusas por una broma bien desagradable que formuló en contra de la mujer y cuando se dio cuenta de que yo estaba sentada en el salón, me pidió que me quedara y al final de clase se disculpó. La vida no ha sido fácil, pero tampoco difícil. Siempre agradezco a Dios por una mente ágil, un cuerpo fuerte y una estabilidad emocional, porque crecí en un hogar con mucho amor y respeto.